sábado, 14 de marzo de 2009

El Vagabundo


Roberta Langelle dio su testimonio dramático el domingo de pascua de 1992, drogadista, baja estima, intento de suicidio, clubes nocturnos, conoció a Jesucristo y su vida cambio para siempre, había sido liberada de las cadenas que la habían atado durante muchos años.
Mientras daba su testimonio, un hombre desamparado y sin hogar estaba de pie al fondo de la iglesia, escuchando con atención. Al finalizar la reunión de la noche me senté al borde de la plataforma, agotado, mientras otros seguían orando con los que habían respondido a Cristo. El organista estaba tocando suavemente. Deseaba relajarme. Justo empezaba a distenderme cuando levanté la vista y vi a un hombre, de ropa andrajosa y cabello apelmazado, parado en el pasillo del centro unas cuatro filas hacia atrás, esperando que le diera permiso para acercarse a mí.
Asentí con la cabeza y le hice una señal débil con la mano. Mira cómo va a terminar este domingo de pascua, dije para mis adentros. Me va a pedir dinero. Eso sucede a menudo en esta iglesia. Estoy tan cansado…
Cuando se acercó, vi que le faltaban los dientes de adelante. Pero lo que más se destacaba era su olor; la mezcla de alcohol, sudor, orina y basura me quitó el aliento. He estado cerca de muchas personas de la calle, pero esta era la más poderosa que había olido jamás. Instintivamente debí girar la cabeza hacia un lado para inhalar, luego volver a mirarlo mientras exhalaba.

Le pregunté como se llamaba.
- David- dijo en voz baja.
- ¿Cuánto hace que no tienes casa, David?
- Seis años.
- ¿Dónde durmió anoche?
- En un camión abandonado.
Ya había escuchado bastante y quería dar por terminada esta conversación cuanto antes. Metí la mano en mi bolsillo de atrás buscando mi billetera. En ese momento David puso su dedo frente a mi cara y dijo:
- No, usted no entiende. No quiero su dinero. Moriré allá afuera. Quiero a ese Jesús del que habló la pelirroja.
Titubeé, luego cerré los ojos. Perdóname, Dios, supliqué. Me sentía sucio y barato. Yo, un ministro del evangelio…Sólo había querido deshacerme de él, siento que él estaba reclamando por la ayuda de Cristo acerca del cual recién había predicado. Tragué el nudo en la garganta mientras el amor de Dios me invadió el alma.
David percibió el cambio en mí. Se movió hacia mí y cayó sobre mi pecho, hundiendo su cabeza sucia contra mi camisa blanca y mi corbata. Mientras lo abrazaba, le hable del amor de Jesús. No fueron sólo palabras; las sentí. Sentí amor por esta joven digno de compasión. Y ese olor…no sé cómo explicarlo. Casi me había descompuesto, pero ahora se convirtió en la más bella fragancia para mí. Me deleité en lo que hasta un momento atrás me había resultado repulsivo.
El Señor parecía decirme en ese instante, Jim, si tú y tu esposa tienen algún valor para mí, si tienen algún propósito en mi obra, tiene que ver con este olor. Este es el olor del mundo por el cual morí.
David se entregó al Cristo del que había escuchado esa noche. Hoy David está a cargo del departamento de mantenimiento de la iglesia, le toca supervisar a diez empleados más. Ahora esta casado y es padre. Sus palabras tienen un impacto que muchos pastores desearían tener.

1 comentario:

  1. es una historia muy bonita, y verdaderamente eso es lo que hacemos en nuestra vida diaria,esa vez salio bien , pero cuantas veces somos engañados, robados,por esas personas que un dia ayudaste, no podemos poner la mano en el fuego por todos, pero el que verdaderamente busca a Dios, hace todo lo posible para estar siempre en sus cosas, Bendiciones para ti, juanma.

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