jueves, 17 de agosto de 2023

Despojarse. Parte 2

 


Despojarse. Parte 2

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”, Efesios 4:22-24.

Estamos llamados a soltar aquellas cosas que no le dan la gloria a Dios, incluso despojarnos de aquellas cosas que parecen estar en nuestro control.

Esto implica despojarnos del viejo hombre, con su pasada manera de vivir (aquellas costumbres o hábitos que practicábamos cuando no conocíamos a Cristo), y colocarnos el nuevo ropaje tejido o conformado de tres partes: la verdad, la justicia y la santidad. Reflexionemos en cada uno de ellos enfatizando en cómo me ayudan a despojarme y a descansar en la plenitud de Cristo:

Verdad: si no andamos en la verdad, que es Cristo mismo, nuestra vida es una carga. La verdad libera (Juan 8:32), y esto implica revisar nuestros pensamientos o sobre todo las ideas que tenemos de algo o alguien, primero acerca de Dios a través de la escritura, debemos tener claro quien es Dios y lo que Él hace, pues si tenemos una idea equivocada de Dios o esta es basada en las costumbres del mundo y no en la escritura, no vamos a confiar en Él. Conocer sus atributos nos debe llevar a confiar plenamente y a descansar. ¿Confiarías en alguien al que no conoces? ¿Darías tu carga a alguien que no puede hacer nada por ti o que no tiene ningún poder para transformar tu vida? ¿Le darías tu carga a alguien que no puede cargarla?

Justicia: no solamente se trata de dejar actos de injusticia (laborales, personales, familiares), sino también entender plenamente y tomar para nosotros la declaración más importante de un cristiano: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Si aceptamos que somos la justicia de Dios en Cristo, cae toda condenación, puesto que la condenación es el peso más aplastante que podemos experimentar en nuestra vida.

Santidad: no se trata de parecer, ni del lugar, ni tampoco de lo que visto o me alimento, la santidad es lo que yo soy gracias a la santidad de Cristo, Él me limpio con su sangre para que yo tuviera: limpieza de pensamiento, pureza de corazón e integridad de conducta. Si Él ya me limpió, me santificó, como dice 1 Corintios 6:11: “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios”, entonces ya no tengo que cargar el peso de tratar de ser bueno o con la religiosidad sino el vivir en la libertad que Cristo me dio, pero no como excusa para los deseos de la carne sino para agradar a Dios y para servir a lo demás.   Oración.

«Hoy me despojo del viejo hombre y me visto con las vestiduras que me has dado de verdad, justicia y santidad por la gracia de Cristo, para poder reflejar tu gloria Señor y resplandecer el amor de Cristo a través de mi vida. Gracias Padre, en el nombre de Jesús. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.

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