viernes, 28 de julio de 2023

Un corazón perdonador

 


Un corazón perdonador

“Deja la ira, y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo”, Salmos 37:8.

“Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”, Mateo 6: 12.

“He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad”, Jeremías 33:6.

Las personas pueden hacernos daño, ofendernos y sobrepasar nuestros límites, estas personas generalmente no son desconocidos, son personas con las que compartimos lazos emocionales o espacios cotidianos (colegas del trabajo, familiares, esposos, padres, hijos, etc.), nuestra respuesta instantánea y natural es albergar sentimientos adversos como la ira, el rencor, la tristeza, la impotencia o en etapas más avanzadas la falta de perdón; los sentimientos adversos mal gestionados terminan dañando nuestro corazón, nuestra mente y nuestro cuerpo. La preocupación constante y los pensamientos obsesivos contra alguien que nos hirió, producen en nuestro organismo mecanismos que alteran la producción de hormonas de estrés, llevándonos a un estado de inflamación crónica de bajo grado que a la postre terminan llevándonos a padecer tanto de enfermedades psíquicas (ansiedad, depresión, ataques de pánico, síndromes obsesivos-compulsivos, irritabilidad, etc) como físicas (migrañas, colon irritable, dolores musculares y articulares, gastritis, enfermedades autoinmunes o incluso algunos cánceres). Finalmente, todas las esferas de nuestra vida terminan contaminadas.

Alguien dijo alguna vez que la falta de perdón y lo que hacemos movidos por esta es equivalente a preparar un veneno que preparamos para otro pero que terminamos tomándolo nosotros mismos. Tomemos en serio la palabra de Dios y traigamos sanidad para nuestra mente, cuerpo y espíritu perdonando de corazón y dejándole todos los resultados de esta importante decisión al Dios que todo lo puede.  Oración.

«Padre celestial, tú me has amado y me has perdonado sin medida y sin merecerlo, permíteme dar de lo que he recibido de ti. Desarraiga toda raíz de amargura que pueda brotar de mi corazón y me esté contaminando, no permitas que me siga ahogando en la ira, el rencor y la falta de perdón. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.

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