domingo, 2 de julio de 2023

Corro a los brazos de mi Padre celestial.

Corro a los brazos de mi Padre celestial.
“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.” Hebreos 4:15- 16
En el antiguo testamento, antes de Jesucristo, el perdón de pecados se hacía por medio del sacrificio de un cordero; el pueblo confesaba sus pecados y el sumo sacerdote ofrecía, en sacrificio por ellos, la sangre del animal. El sumo sacerdote era el único que podía entrar a la presencia de Dios llevando la ofrenda por el pecado del pueblo y por su propio pecado, si esta ofrenda era aceptada, el sacerdote vivía, en caso contrario entonces él moría. Cuando Jesucristo, el más grande sumo sacerdote vino al mundo, vino en representación de ese cordero que año tras año se sacrificaba, su muerte fue el sacrificio una sola vez y para siempre, su sangre la ofrenda por nuestros pecados, y su resurrección la prueba de que Dios aceptó su sacrificio y nos limpió, nos hizo santos y sin mancha, nos justificó y nos bendijo con toda bendición espiritual.
Jesucristo es el único mediador o abogado entre nosotros y Dios, es solo por Él y a través de Su sacrificio que podemos acercarnos confiadamente a la presencia de nuestro Padre Dios y alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. La sangre justa de su Hijo derramada en la cruz cubre por completo nuestros pecados de tal forma que los hace invisibles delante de Dios, nuestros pecados se borran y se nos imputa la justicia y la santidad de Cristo sin merecerla. De esta manera se invalidan todos los demás sacrificios humanos quedando solamente la fe como único requisito para la salvación y el perdón de pecados.
Sin importar el lugar o las circunstancias, nuestra impureza o pecaminosidad, Dios nos conoce y espera que nos acerquemos a su trono con sinceridad, humildad y arrepentimiento. Ahora mismo podemos correr a los brazos de nuestro Padre, ser aceptos, libres de pecados y aptos para toda buena obra. Oración.
«Padre Dios hoy corro a tus brazos confiado en que la sangre de tu Hijo me rodea y su santidad me alcanza, no necesito a nadie más que a Él para alcanzar tu gracia y tu ayuda oportuna en el tiempo oportuno. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.


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