viernes, 30 de agosto de 2024

Con los ojos de la fe

 


Con los ojos de la fe

“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” Filipenses 4:6-7

¿Cuántas veces hemos tenido que enfrentar dificultades o pruebas que a nuestros ojos físicos parecen imposibles de superar?

Seguramente han sido no pocas, y si miramos atrás la manera en que las enfrentamos nos vamos a dar cuenta de una diferencia vital, o lo hicimos en nuestras fuerzas, o las superamos en el poder de Dios.

Como creyentes, por la gracia de Dios tenemos dos opciones, o vemos la vida con nuestros ojos físicos o lo hacemos con los ojos de la fe, o vivimos nuestra vida en nuestras fuerzas o lo hacemos en el poder del Espíritu, y lo que el Señor nos dice es: “escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia;”, “Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.” (Deuteronomio 30:19, Romanos 8:6).

De manera que si tú hoy, independientemente de las decisiones de tu pasado, eliges como principio de vida, vivir por fe, Hebreos 11:6 nos revela: “Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” Hemos de estar completamente seguros y convencidos de que Dios siempre está presente y recompensa a los que le buscamos de corazón. Por esto, la invitación de hoy a través de Filipenses 4:6-7 es a que en cada situación difícil o aparentemente imposible, nos acerquemos a Dios en el secreto de la oración y nos ocupemos del Espíritu, y así nuestra mente y corazón será guardada en aquel que nos da la fe para creer que no hay nada imposible para Él.  Oración.

«Padre, gracias por tu amor y fidelidad conmigo en Jesucristo; gracias Dios por enseñarme tu verdad y revelarte a mí por medio de Cristo; te alabo y te bendigo porque toda buena dádiva y todo don perfecto me lo das gracias a la obra de tu Hijo Jesucristo, enséñame, por tanto, a esperar en ti teniendo mis ojos puestos en Cristo, amén.

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