domingo, 16 de abril de 2023

¿Hasta cuándo?

 


¿Hasta cuándo?

“¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí? ¿Hasta cuándo pondré consejo en mi alma, con tristezas en mi corazón cada día? ¿Hasta cuándo será enaltecido mi enemigo sobre mí? Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte; para que no diga mi enemigo: Lo vencí. Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara. Más yo en tu misericordia he confiado; mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Jehová, porque me ha hecho bien”. Salmos 13:1-6

Este salmo de David es un lamento y una súplica individual en un momento de angustia; David estaba rodeado por sus enemigos, quizás Saúl y Absalón su hijo, que querían destruirlo. En su lamento repite cuatro veces: ¿hasta cuándo? Esto muestra la impaciencia humana cuando no vemos una respuesta rápida de Dios. Puede ser una pregunta que a menudo hacemos cuando sufrimos y pareciera que Dios no escucha nuestras oraciones; empezamos a dudar de su poder, pensamos que el Señor nos ha olvidado y nos sentimos lejos de su presencia y aún más, pareciera que los problemas prevalecieran sobre nosotros.

Cuando Dios está en silencio es porque está obrando, pero creemos que se ha ocultado de nosotros y no tenemos comunión con Él como antes. Esto solo es una mezcla de angustia, sufrimiento y duda, que genera un gran conflicto interior, que nubla nuestro entendimiento para que no veamos el amor de Dios y su actuar en nuestra vida. Entonces, ¿Cómo deberíamos reaccionar en momentos así?

El mismo salmo nos da la respuesta, en el hay tres cosas que deberíamos seguir haciendo, en medio de las angustias; y evidentemente David lo hizo:

1) Siguió orando: a pesar de su debilidad en la carne prosiguió con su clamor: “Mira, respóndeme, oh Jehová Dios mío; alumbra mis ojos, para que no duerma de muerte; para que no diga mi enemigo: Lo vencí. Mis enemigos se alegrarían, si yo resbalara”. Esto implica derramar el corazón ante Dios, por eso no dejemos de orar aun cuando pareciera que Dios no está.

2)Siguió confiando: aun sin ver la respuesta: “más yo en tu misericordia he confiado”. Nuestra fe tiene que tener la base en la misericordia de Dios, porque el Señor es fiel y nunca falla.

3)Siguió regocijándose y alabando al Señor: “mi corazón se alegrará en tu salvación. Cantaré a Jehová, porque me ha hecho bien”. Dios era su fuente de gozo. En medio de su experiencia vio la bondad de Dios. Es lo mismo que debemos hacer cuando estemos en desesperación, traer a memoria todo lo que el Señor ya ha hecho por nosotros y glorificar su poderoso nombre.

Cuando empezamos a adorar y a alabar a Dios, nuestros problemas se ponen en perspectiva; debemos afirmar nuestra fe basados en lo que Dios es y en sus promesas, recordando lo bueno que ha sido con nosotros y confiando en que su amor nunca falla.

Todo ese clamor termina en un silencioso descanso, con una oración de confianza y exaltación que traen paz al alma.  Oración.

«Señor Jesús, quiero que mi oración delante de ti sea una oración sincera, derramo mi corazón en tu presencia, perdóname si te pregunto ¿Hasta cuándo?, pero es que estoy viviendo momentos de angustia. Confío en que me conoces y sabes lo que necesito, sé que por tu misericordia has escuchado mi clamor y me responderás en el momento oportuno. Enséñame a esperar en tu amor que nunca falla, en tu fidelidad que es nueva cada día y en tu salvación que llena de gozo mi corazón. En Cristo Jesús, amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.   

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