miércoles, 5 de abril de 2023

Asume tu responsabilidad

 


Asume tu responsabilidad

“Y Dios le dijo: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses? Y el hombre respondió: La mujer que me disté por compañera me dio del árbol, y yo comí”. Génesis 3:11-12

“Así que, cada uno someta a prueba su propia obra, y entonces tendrá motivo de gloriarse sólo respecto de sí mismo, y no en otro; porque cada uno llevará su propia carga”. Gálatas 6:4-5

“Porque yo reconozco mis rebeliones, y mi pecado está siempre delante de mí. Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio”. Salmos 51:3-4

Una de las actitudes más nocivas que podemos adoptar es culpar a otros por nuestros errores, lo más triste es que sucede todo el tiempo dentro del matrimonio, en los hogares, en el colegio, en el trabajo y demás. Adán le dijo a Dios: “La mujer que me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí. Adán culpó primero a su mujer, pero en última instancia culpó a Dios por darle esa compañera.

Si culpamos a los demás, adoptamos la postura de víctimas del sistema de gobierno, de mi cónyuge, de mis padres, profesores, etc. no podremos cambiar nosotros, porque estamos colocando un velo a nuestro pecado y mirando sólo la equivocación de los demás. Decimos muchas veces que queremos cambiar nuestro entorno, pero esto no sucederá a menos que empecemos a cambiar nosotros mismos. Dejar de responsabilizar a otros por nuestras fallas, nos hará ver nuestras malas decisiones, nuestro orgullo, nuestra gran necesidad de perdón y transformación.

En una confrontación siempre aflora el orgullo, porque sacamos en alto errores de los demás, en los que pensamos que nunca caeremos, esto opaca a Dios y su misericordia. Sería más fácil resolverla, si recordamos que también somos vulnerables y podemos caer en cualquier momento, si miráramos a esta verdad seríamos más misericordiosos con los demás.

Hay una tendencia de compararnos con otros en forma desfavorable. El Señor nos manda a pensar de nosotros mismos con cordura, valorando a los demás, Romanos 12:3. El legalismo o la religión pone carga tras carga sobre una persona. Jesús dijo de los líderes del judaísmo en su tiempo: “Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre los hombros de los hombres; pero ellos ni con un dedo quieren moverlas”, Mateo 23:4; ellos aplicaban su propia justicia hacia la gente, pero no vivían bajo los principios de Dios.

Como personas espirituales, que hemos nacido de nuevo, debemos ayudar a nuestros hermanos en sus conflictos contra las tentaciones y opresiones de la vida, y si nosotros hemos pecado, debemos confesar como David lo hizo, reconociendo toda la responsabilidad ante Dios. Marcos 12:30-31 dice: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos”. Solamente es en el amor que podemos cumplir la ley de Cristo. ¿Entonces si queremos llevar cargas, por qué no ayudarnos unos a otros en amor?

Si creemos que somos algo por nuestros propios méritos, no tendremos mucha tolerancia por las cargas de los demás. Por eso recordemos hoy que: Debemos llevar la carga de perdonar y restaurar a otros, debemos llevar la carga de apoyar a los que están atravesando dificultades, esto implica escucharlos, aconsejarlos y estar dispuestos a ayudarlos, aún, debemos llevar la carga que nadie más puede llevar, como Pablo expresa en Romanos 15:1 “Así que, los que somos fuertes debemos soportar las flaquezas de los débiles, y no agradarnos a nosotros mismos”.  Oración.

«Padre amado, que fácil es disculpar mi pecado culpando a otra persona o a las circunstancias que me rodean; pero tú conoces mi corazón y sabes la verdad, por eso admito mi pecado y pido perdón; enséñame a asumir mi responsabilidad; y en amor ayudar a mis hermanos a sobrellevar sus cargas, a amarlos y a no sentirme superior a ellos, porque soy vulnerable y en cualquier momento puedo caer. En el nombre de Jesús, amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.   

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