sábado, 20 de julio de 2024

La gracia sobreabundó.

 


La gracia sobreabundó.

“Pues si por la transgresión de uno solo reinó la muerte, mucho más reinarán en vida por uno solo, Jesucristo, los que reciben la abundancia de la gracia y del don de la justicia. Así que, como por la transgresión de uno vino la condenación a todos los hombres, de la misma manera por la justicia de uno vino a todos los hombres la justificación de vida. Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno, los muchos serán constituidos justos” Romanos 5:17-19

No es un hecho menor, que ahora todos los creyentes estemos bajo la gracia de Dios. No solo es tiempo de gracia, sino que estamos en la gracia de Cristo, esto es determinante, inmensamente importante, pero aún no entendemos la magnitud de la gracia.

Por esto, la manera de entender la magnitud e importancia de la gracia es precisamente entendiendo su propósito y contraste con la ley:

“Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia;” (Romanos 5:20).

Podemos saber que la ley muestra con claridad o expone nuestra pecaminosidad, debido a nuestra naturaleza carnal, esto lo expone de manera brillante el apóstol Pablo por el Espíritu Santo en todo el capítulo 7 de Romanos, pero podemos extraer un versículo para denotar el sentido más puro de esta revelación: “¿Luego lo que es bueno, vino a ser muerte para mí? En ninguna manera; sino que el pecado, para mostrarse pecado, produjo en mí la muerte por medio de lo que es bueno, a fin de que por el mandamiento el pecado llegase a ser sobremanera pecaminoso. Porque sabemos que la ley es espiritual; mas yo soy carnal, vendido al pecado” (Romanos 7:13-14)

La ley expone el pecado, quita toda falsedad e hipocresía y condena al hombre por su transgresión, pero no puede redimir al pecador. La ley comprueba que aunque tenga buenas intenciones de hacer el bien, soy empujado a hacer el mal que no quiero, incluso me puedo deleitar en la ley de Dios y eso no garantiza que haga lo bueno, mis miembros se revelan y hacen lo contrario a la ley santa y al mandamiento santo, justo y bueno.

Cuando pierdo toda esperanza en mí, soy llevado como única manera de escape a Cristo pues: “De manera que la ley ha sido nuestro hayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe.” (Gálatas 3:24).

Continuaremos mañana reflexionando profundamente sobre la gracia de Dios.    Oración.

«Padre cuán grande amor nos mostraste en Cristo, por gracia soy salvo mediante la fe, no había nada bueno en mí, pero tú viniste a rescatarme de una vida vacía y en esclavitud del pecado, ahora tengo un nuevo corazón para vivir agradándote, reflejando a Cristo, por el poder de tu Espíritu. Amén.

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