Fe para vencer, parte 2
Efesios 6:16 “Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que
podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno.”
En ocasiones suceden cosas repentinas en nuestra vida, por
ejemplo, enfermar gravemente, perder un ser querido, ser víctimas de robo o
estafa, sufrir un accidente y cualquier otro hecho que se nos presente de
manera inesperada. Realmente son situaciones que en el momento nos impactan y
nos sorprenden tanto que nos pueden llevar a dudar del amor, el cuidado, la
protección o el obrar de Dios en nuestra vida.
Pero lo realmente cierto, es que todos esos pensamientos de
duda y cuestionamiento sobre Dios y su bondad, son verdaderamente, como lo dice
el pasaje bíblico de hoy, dardos o flechas de fuego que vienen de parte del
maligno, con la intención de entorpecer nuestra fe y endurecer nuestro corazón
por el engaño del pecado, puesto que dudar o tener incredulidad acerca de Dios
es pecado (Hebreos 3:12-13, Juan 16:9). Y a lo que nos exhorta el Señor a
través de su Palabra es a que con el escudo de la fe detengamos y apaguemos
todas esas mentiras que nos quieren alejar de nuestra única fuente de seguridad
y bendición, que es la misma presencia de Dios.
La palabra de Dios en Hebreos 11:1 dice “Es, pues, la fe la
certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.”, es entonces la
fe lo único que nos puede dar la confianza y seguridad de nuestro futuro, a
pesar de lo difícil, oscuro, triste o desalentador que esté siendo o pareciendo
nuestro presente. Adicional a esto, la fe, como dice Hebreos 11:6 es la
disposición correcta de nuestro corazón para buscar a Dios, pues haciendo así
podemos estar convencidos de que seremos grandemente por Él, galardonados,
retribuidos o premiados. De manera que, si la batalla queremos ganar, el escudo
de la fe debemos tomar y así los dardos del enemigo apagar. Oración.
«Padre bueno, tu palabra dice “Pedid, y se os dará; buscad, y
hallaréis; llamad, y se os abrirá.” Nos invitas Señor, a que activando nuestra
fe podamos comprobar en nuestra vida tu amor, tu bondad y fidelidad; así que,
yo hoy te pido que me ayudes en la batalla de la incredulidad y por medio de la
fe me permitas vencer, amén.
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