El poder de Dios
“Alabad a Jehová desde los cielos; Alabadle en las alturas.
Alabadle, vosotros todos sus ángeles; Alabadle, vosotros todos sus ejércitos.
Alabadle, sol y luna; Alabadle, vosotras todas, lucientes estrellas. Alabadle,
cielos de los cielos, Y las aguas que están sobre los cielos. Alaben el nombre
de Jehová; Porque él mandó, y fueron creados. Los hizo ser eternamente y para
siempre; Les puso ley que no será quebrantada.” Salmo 148:1-6
Cuando mencionamos la palabra “poder”, seguramente nuestra
mente lo relaciona con alguna fuerza, capacidad o autoridad especial, pues en
la cotidianidad escuchamos de poderes económicos, políticos o sociales que
justamente son ejecutados para determinar muchos aspectos en la sociedad, el
territorio y demás; quizás también en algún momento hemos visto o escuchado en
el cine o la televisión acerca de personajes superpoderosos, es decir, con fuerza
o capacidades mucho mayores a las de cualquier ser humano.
En efecto, cuando la Biblia en el Antiguo testamento habla
acerca de “poder”, se refiere a la capacidad para ejercer autoridad de forma
efectiva, entonces, por su misma naturaleza, el máximo y verdadero poder es
perteneciente solo a Dios; el Salmo 62:11 dice “Una vez habló Dios; Dos veces
he oído esto: Que de Dios es el poder,” poder que podemos ver y corroborar
esencial y contundentemente en dos aspectos, primero: la creación, el Salmo 148
exhorta a toda la creación, cielos, ángeles, ejércitos, sol, luna, estrellas,
abismos, montes, collados, árboles, animales, pueblos de la tierra, jóvenes,
ancianos y niños, a alabar el nombre de Dios, por cuanto Él mandó y fueron
creados; y segundo: el mantenimiento del mundo, el Salmo 65:6-7, 9 dice “Tú, el
que afirma los montes con su poder, Ceñido de valentía; El que sosiega el
estruendo de los mares, el estruendo de sus ondas, Y el alboroto de las
naciones.” “Visitas la tierra, y la riegas; En gran manera la enriqueces; Con
el río de Dios, lleno de aguas, Preparas el grano de ellos, cuando así la
dispones.”
Hermano, no hay poder, fuerza o autoridad superior a la de
nuestro Dios, por eso cualquier situación, condición o relación en tu vida que
se haya tornado difícil o imposible, no dudes en entregársela al único que
tiene la capacidad para ejercer poder y autoridad de manera efectiva en todo y
todos. Oración.
«Poderoso, único y verdadero Dios, qué honor y qué privilegió
me has dado por Jesucristo, de llamarte Padre y de acudir a ti en todo momento
y lugar; sé que no hay nada imposible para ti y que siempre estás obrando;
gracias por toda tu misericordia, gracia, amor y generosidad, bendito y alabado
seas tú por los siglos de los siglos, amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario