Sirviendo a las mesas
“Entonces los doce convocaron a la multitud de los
discípulos, y dijeron: No es justo que nosotros dejemos la palabra de Dios,
para servir a las mesas. Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete
varones de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes
encarguemos de este trabajo.” Hechos 6:2-3
Servir a las mesas, que hoy en día lo podemos comparar con
actividades sencillas de logística virtual o presencial en nuestra
congregación, son quizás funciones que no llegamos a imaginar que pueden
impactar o transformar nuestra vida, como por ejemplo lo vemos en el caso del
discípulo Esteban. La Palabra de Dios dice que los apóstoles en la necesidad de
buscar quién les ayudara con este servicio, por cuanto la cantidad de creyentes
crecía cada día más, y no era justo que ellos dejaran la predicación de la
Palabra, ordenaron buscar de entre los discípulos a siete varones para que se
encargaran de esto, y entre ellos eligieron a Esteban.
Y así, mientras los apóstoles persistían en la oración y el
ministerio de la Palabra, Esteban, quien estaba lleno de fe y del Espíritu
Santo, servía a las mesas con persistencia. Sin embargo, poco después, por la
Palabra de Dios relatada en Hechos 6:8 vemos al mismo Esteban haciendo grandes
señales y prodigios entre el pueblo; hechos que, dice la Palabra, causaron su
arresto, llevándolo ante el concilio y acusándolo falsamente de hablar en
contra de la verdad de Dios. Pero él, siguiendo su fe y con la misma gracia y
poder con que servía en las mesas, presentó su defensa haciendo una amplia y
completa exposición del conocimiento y revelación que tenía de la Palabra de
Dios (Hechos 6:9-15, Hechos 7:1-53). Pero esto no fue todo, sino que el pueblo
enfurecido por lo que Esteban decía, decidieron sacarlo de la ciudad para
apedrearlo, “Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús,
recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes
en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.” Hechos 7:59-60.
Es impresionante ver cómo una sencilla actividad, dispuesta
en las manos del Señor y llevándola a cabo en la llenura y el poder del
Espíritu Santo, puede llegar a impactar y transformar tanto la vida de una
persona, y es que definitivamente no se trata en sí de lo que hacemos, sino más
bien la manera en la que lo hacemos, puesto que aún una mesa de nuestra
congregación que corramos o limpiemos en comunión con el Espíritu Santo y para
la gloria de Dios, se convertirá en las manos del Señor, en un poderoso medio
para que crezcamos en el conocimiento y carácter de nuestro Salvador, pues también
es esta su exhortación: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el
Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de
la herencia, porque a Cristo el Señor servís.” Colosenses 3:23-24. Oración.
«Padre, gracias por el privilegio y la bendición de poder
servirte; gracias por elegirme y hacerme apta para toda buena obra. Sé que no
soy yo, ni son mis capacidades, sino más bien tu gracia y el poder del Espíritu
Santo. Gracias por edificarme y perfeccionarme a través de estos tiempos de
comunión contigo y de servicio a mi prójimo. Te alabo por cuan grande y bueno
eres, Señor, amén.
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