Altivez y
soberbia del hombre
“La altivez
de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será
humillada; y Jehová solo será exaltado en aquel día.” Isaías 2:11
“Antes del
quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu.”
Proverbios 16:18
La altivez y
la soberbia, dos sentimientos humanos que se caracterizan por una actitud de
superioridad frente a los demás, que provoca un trato distante o despreciativo
hacia nuestro prójimo y, estos sentimientos, son parte del carácter de los
hombres en los postreros días. Al respecto, el apóstol Pablo escribe: “También
debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque
habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos,
desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables,
calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores,
impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán
apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a éstos evita.” (2
Timoteo 3: 1-5)
Pero
claramente el Señor nos dice en su palabra que esa altivez del hombre será
abatida, es decir, derribada o echada por tierra y que la soberbia del hombre
será humillada, cuando el soberbio sea ofendido en su orgullo y honor. “Y el
hombre será humillado, y el varón será abatido, y serán bajados los ojos de los
altivos” (Isaías 5:15)
Cuando esos
sentimientos de soberbia y altivez pretendan apoderarse de nuestra mente y de
nuestro corazón por diferentes circunstancias de la vida como un ascenso en
nuestro trabajo; un nombramiento en una posición destacada; un logro
profesional; un éxito de negocio o financiero, debemos tener en cuenta que si
lo permitimos, escrito está lo que nos acontecerá: “Antes del quebrantamiento
es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu.” (Proverbios
16:18). Si esos sentimientos se apoderan de nosotros estamos caminando
indefectiblemente al quebrantamiento y la caída. Debemos recordar que “Toda buena
dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el
cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” (Santiago 1:17)
Por tanto,
en los momentos de bendición en nuestra vida, todo el honor, la honra, la
gloria, la adoración, la alabanza y el agradecimiento sean para Dios, el
todopoderoso y el eterno, grande y misericordioso que, en Cristo Jesús, es
quien nos lleva de victoria en victoria.
Oración.
«Padre
nuestro que estás en los cielos, solo tú eres digno de toda honra, de toda
gloria, de toda adoración y de toda alabanza y ante ti Señor, en el nombre de
Jesús, con un corazón contrito y humillado confieso la altivez y la soberbia
con la que muchas veces he obrado delante de ti y de mi prójimo. Te ruego me
perdones, por eso, humillo todo mi ser y toda mi vida para que inundes de tu
perfecto amor mi corazón para vivir en obediencia a ti y solo para honra y
gloria de tu santo, santo, santo nombre. Amén.
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