El Reino
entre nosotros
“Preguntado
por los fariseos, cuándo había de venir el reino de Dios, les respondió Y dijo:
El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: Helo aquí, o helo allí;
porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros. Y dijo a sus discípulos:
Tiempo vendrá cuando desearéis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo
veréis. Y os dirán: Helo aquí, o helo allí. No vayáis, ni los sigáis. Porque
como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta
el otro, así también será el Hijo del Hombre en su día”. Lucas 17:20-24
“Si, pues,
habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo
sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las
de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en
Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también
seréis manifestados con él en gloria”. Colosenses 3:1-4
El Reino de
Dios se hizo presente entre nosotros cuando Jesús vino por primera vez a la
tierra y es una realidad espiritual interna, porque Él vino a morar en nosotros
por medio del Espíritu Santo. Podemos decir sin vacilar que el reino de Dios
está en nosotros. Este Reino es asequible a cada persona que recibe a Jesús
como su Señor y Salvador, pero también como Rey, porque nos sometemos a su
soberanía, a su gobierno sobre nuestra vida.
Esto es
fundamental en nuestro caminar cristiano, ya que no podemos actuar
independientemente de Dios, sino bajo su gracia y su poder. Recordemos que la
gracia nos llegó únicamente a través de la redención plena de Cristo en la
cruz, por medio de su sangre, por la cual fuimos perdonados de todos nuestros
pecados, siendo también reconciliados con nuestro Padre celestial. Efesios
2:12-13 ratifica: “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la
ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin
Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo
estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo”.
Esta
salvación que hemos recibido por medio de Cristo restaura nuestra relación con
Dios y nos abre las puertas al imperio de su Reino que “está entre nosotros” y
no solo eso, Jesús ha enviado al Espíritu Santo para que su unción también esté
en nosotros como dice 1 Juan 2: 20 “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y
conocéis todas las cosas” y anhela que disfrutemos de su plenitud que es para
todos, dice Juan 1:16 “Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre
gracia”.
Los ungidos
por el Señor Jesús permanecen con Él. La nueva naturaleza espiritual es la de
Cristo. Esta unción hace que seamos enseñados por Él, 1 Juan 2:27 dice: “Pero
la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros, y no tenéis
necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las
cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced
en él”. Podemos llegar entonces a decir con toda confianza: “El Reino de Dios
está en mí y entre nosotros”, porque Él habita en medio de su iglesia”, Mateo
18:20.
En contraste
con los reinos de este mundo que son externos, materiales y de dominio
político, el Reino de Dios es interno y espiritual. La consumación del Reino
aguarda el regreso del Señor. Los creyentes estamos ansiando la llegada del día
de la victoria. Como nos dice Lucas 17:24 “Porque como el relámpago que al
fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será
el Hijo del Hombre en su día”.
El Señor nos
hace entonces un llamado a vivir por fe, porque su venida será tan sorpresiva
como visible, como ese relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo a
otro. Vivir por fe, es vivir en constante expectación, preparándonos cada día
para su regreso, contrario a todos aquellos que están absortos en los asuntos
de este mundo, confiando solo en lo terrenal y material como si esto fuera a
ser permanente. Oración.
«Señor Jesús, quiero estar enfocado solo en las cosas de arriba, en la eternidad. Tu Palabra dice: “porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con él en gloria”. Gracias porque mientras vivo en esta tierra, soy un habitante del cielo, me sacaste de las tinieblas a tu Reino Admirable, me has dado tu plenitud, tu unción y puedo decir con certeza que tu Reino está en mí, por medio de tu Presencia en mi vida, amén.
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