Dios rompe
el silencio
“Y se le
apareció un ángel del Señor puesto en pie a la derecha del altar del incienso.
Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor. Pero el ángel le dijo:
Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará
a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. Y tendrás gozo y alegría, y muchos se
regocijarán de su nacimiento; porque será grande delante de Dios. No beberá
vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su
madre. Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de
ellos. E irá delante de él con el espíritu y el poder de Elías, para hacer
volver los corazones de los padres a los hijos, y de los rebeldes a la
prudencia de los justos, para preparar al Señor un pueblo bien dispuesto”.
Lucas 1:11-17
Después de
400 años de silencio Dios intervino, levantando un profeta dentro de su pueblo
que sería la voz que se alzaría para preparar el camino del Mesías. Un niño
llamado Juan, nacido de un milagro ocurrido a dos ancianos, que ya habían
perdido la esperanza de tener descendencia. Zacarías, el padre cuyo nombre
significa “Dios recuerda” y Elisabet, cuyo nombre significa “su juramento”; y
que al unir los términos nos dan la frase «Dios recuerda su juramento». Nos
lleva a la promesa hecha por Dios Padre a David y que dice: «No olvidaré mi
pacto ni mudaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he jurado por mi
santidad y no mentiré a David. Su descendencia será para siempre y su trono
como el sol delante de mí. Como la luna será firme para siempre y como un
testigo fiel en el cielo». Salmo 89:34-37
Esa promesa
hablaba de su descendiente que ocuparía el trono eterno, Cristo. Dios recordó
su juramento y estaba listo para irrumpir en la historia humana después de 400
años de silencio. Esto debe recordarnos que Dios es fiel a sus promesas y las
cumple en su tiempo perfecto. Evidentemente mientras Zacarias sacerdote justo,
servía en el altar de oro, reservado para la oración y colocaba el incienso que
simbolizaba las oraciones de su pueblo, se le apareció un ángel que le revelaba
que la oración por un hijo “había sido escuchada”.
¿Hemos orado
alguna vez pidiendo algo, pero realmente no hemos creído que Él nos lo va a
conceder? Quizás como Zacarias, muchos no hemos recibido respuesta a alguna
oración que hemos hecho y pensamos que Dios la olvidó o que simplemente no era
la voluntad de Dios, nos cuesta esperar el tiempo de Dios, pero Él nunca se
olvida de nuestras peticiones y dará respuesta a cada una de ellas.
El hijo de
Zacarías y Elisabet iba a ser un Nazareo y sería un hombre lleno del Espíritu
Santo desde el vientre de su madre, saturado del poder de Dios, que haría que
muchos hijos de Israel se convirtieran al Señor, se reconciliarían con sus
padres uniendo ambas generaciones, preparando así un pueblo dispuesto para
recibir al Señor.
Por su
incredulidad a lo que el ángel le dijo, Zacarias se quedaría mudo hasta que
naciera Juan, Lucas 1:20. Hoy recordemos que la Palabra de Dios tiene el sello
de Dios. La Palabra de Dios tiene autoridad. Lo que nosotros digamos puede no
tener importancia, pero lo que la Palabra de Dios afirma sí la tiene. Y Dios
nos habla por medio de ella.
Hoy es un
llamado a creer que el Señor nos escucha, como dice Isaías 65:24 “Y antes que
clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído”. El Señor siempre
romperá el silencio para intervenir en nuestra historia, abramos nuestro
corazón y nuestros oídos espirituales para entender y creer lo que Él nos habla
y lo que quiere de nosotros, ya que como en este caso, el Señor nos eligió para
cumplir su propósito, que no es ajeno al de Juan, hemos sido llamados a llevar
el evangelio a toda criatura para que se conviertan al Señor y haya un pueblo
bien dispuesto para Él, antes de su segunda venida. ¡Preparemos el camino para
nuestro Mesías -Rey!. Oración.
«Padre Amado, eres un Dios fiel a tus promesas. Gracias por escuchar cada día mi oración, agudiza mis oídos espirituales para escuchar tu voz y entender cuál es tu voluntad para mi vida, yo sé que hay peticiones que todavía no respondes, no permitas que mi incredulidad apague mi fe, sino que espere en ti hasta que rompas el silencio, intervengas en mi vida y a través de mi vida, me des la respuesta que tú sabes que necesito, que yo sea esa voz que se alza para proclamar que Jesús es el Mesías, amén.
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