Un corazón
de amor y misericordia
“Aconteció
también en otro día de reposo, que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba
allí un hombre que tenía seca la mano derecha. Y le acechaban los escribas y
los fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin de hallar de
qué acusarle. Mas él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que
tenía la mano seca: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en
pie. Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día de
reposo hacer bien, o hacer mal? ¿salvar la vida, o quitarla? Y mirándolos a
todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano
fue restaurada”. Lucas 6:6-10
Este es uno
de los acontecimientos, donde se muestra la oposición a Jesús, al querer usar
el día de reposo para servir y honrar a Dios. El Hijo del Hombre, con un
corazón de amor y misericordia, es el “Señor del Sábado”, por eso lo usaba para
los propósitos divinos. En contraste con los fariseos que habían olvidado los
derechos de la misericordia porque estaban inmersos en sus leyes y reglas. Es
significativo que estaban observando a Jesús y a sus discípulos para poder
acusarlos. A veces, por ser legalistas nos olvidamos de la esencia de la
Palabra de Dios, que es el amor y la misericordia para con nuestros semejantes.
Este pasaje
resalta el enfrentamiento entre el legalismo religioso y la misericordia de
Jesús, quien cuestionaba a los fariseos diciéndoles si era lícito hacer el bien
o el mal, o salvar o dañar una vida en el día de reposo.
Debemos
entender que las necesidades de las personas son más importantes que las reglas
ceremoniales, por eso al leer la Palabra de Dios debemos venir con una mente
abierta y con un corazón necesitado, para comprender el sufrimiento de las
personas. La tradición religiosa alejaba a los fariseos de poder ayudar a otros
y se perdían la bendición de ser usados por Dios para su gloria.
Jesús
estableció una manera nueva de dar. Fue un ejemplo delante de sus discípulos,
dándose a sí mismo por las necesidades de otros. Jesucristo ha pagado ya
nuestra deuda delante de Dios, y su cruz es obra suficiente y eterna a favor de
la humanidad.
Hoy el Señor
nos lleva a meditar en esto y a que entendamos que una manera de honrarle y
servirle en el día del Señor, es teniendo misericordia de todos aquellos que
están sufriendo, que no lo conocen y llevarlos a Cristo para que encuentren
respuesta a su necesidad. No podemos ser egoístas cuando hemos recibido tanta
misericordia de nuestro Señor.
Solamente
dando nos colocamos en posición de esperar, recibir y cosechar. Jesús dijo que
la cosecha será “medida buena, apretada, remecida y rebosante”, Lucas 6:38. El
día del Señor es para hacer lo bueno, para ser misericordiosos, es para darnos
a los demás como si lo estuviéramos haciendo con Dios, entonces tendremos
recompensa en los cielos. Como dice Mat 25:34-36 “Entonces el Rey dirá a los de
su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para
vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de
comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve
desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis
a mí”.
El propósito
del día del Señor no solo es reunirnos a adorarlo y a reverenciarlo, sino hacer
su voluntad, acercando a los perdidos a Jesús para que sean perdonados y
restaurados por Él. Mateo 5:16 nos dice: “Así alumbre vuestra luz delante de
los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los cielos”.
Este pasaje
nos invita a reflexionar sobre si estamos siendo un obstáculo o un medio para
que otros experimenten la vida y la salvación. También nos enseña a no vivir
por un conjunto de reglas inflexibles, sino por la voluntad de Dios, que
siempre busca la misericordia y la vida.
Oración.
«Señor, hoy quiero acercarme a ti con un corazón humilde, reconociendo mi necesidad de ti, has sido misericordioso conmigo y me rescataste de mi miseria, por eso enséñame a ser misericordioso con otros, acercar a los que están perdidos en este mundo a tu Presencia. Señor, que la iglesia no solo sea el lugar de adoración a ti, sino el lugar donde podamos hacer el bien, llevando a otros a ser salvos, a ser sanados, liberados y restaurados para la gloria tuya, amén.
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