Y llamarás
su nombre Jesús
“Entonces el
ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios. Y
ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre
JESÚS. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le
dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre,
y su reino no tendrá fin”. Lucas 1:30-33
“Por lo cual
Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo
nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están
en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese
que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”. Filipenses 2:9-11
Jesús, viene
de la palabra hebrea “Iesoús”, se traduce como Josué, la forma griega de la
palabra hebrea es Jesús, era un nombre común que significa «el Señor salva». Su
nombre se relaciona con su misión de salvar a la humanidad.
Haciendo un
paralelo, Josué en el Antiguo Testamento guió al pueblo de Dios a la tierra
prometida y en el Nuevo Testamento Jesús guía a su iglesia hacia la vida
eterna. Fue el nombre dado por Dios Padre a su Hijo, es un nombre que tiene
poder, pues en su nombre hay salvación, hay perdón de pecados, sanidad y
liberación. No podemos profanarlo, ni usarlo a la ligera, como algunos lo
hacen, Mateo 24:5 dice “Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el
Cristo; y a muchos engañarán”.
También
entender que reunidos en su nombre su Presencia se hace manifiesta en medio de
los creyentes, Mateo 18:20 nos recuerda: “Porque donde están dos o tres
congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”. En su nombre
podemos ver salvación, transformación y restauración.
En Marcos
16:17-18 dice “Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán
fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si
bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus
manos, y sanarán”. En el libro de hechos se cumple esta promesa, cuando en el
nombre de Jesús, los discípulos hicieron milagros, señales y prodigios. Esta
promesa sigue vigente para su iglesia en el día de hoy, usemos su nombre
entonces, con reverencia y autoridad, para que Jesús sea glorificado. Juan
14:13 nos dice: “Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para
que el Padre sea glorificado en el Hijo”.
El Señor nos
otorga autoridad e identidad en su nombre. Debemos usarlo para orar con su
potestad y carácter y para que declaremos que no hay otro nombre debajo del
cielo en que podamos ser salvos, como lo expresa Hechos 4:12 “Y en ningún otro
hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en
que podamos ser salvos”.
Es decir,
que no hay ninguna otra autoridad, ninguna otra personalidad, ningún otro
sistema o filosofía que pueda efectuar el rescate del alma humana. Si bien, hay
algunos que defienden la posibilidad de una esperanza humana aparte de la
confianza personal en Cristo Jesús, la Palabra de Dios niega tales
proposiciones. Veamos 2 Corintios 5:17 que nos dice:” De modo que, si alguno
está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son
hechas nuevas”, estar “en Cristo” es la única manera de entrar en la “nueva
creación” y recibir la salvación eterna prometida por Dios.
Su nombre
nos da identidad como creyentes, cuando confesamos que somos uno en Él,
comparte su gloria con nosotros para ser testimonio al mundo, Juan 17:21-22
afirma: “para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que
también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.
La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros
somos uno”.
En su última
petición Jesús ora por la unidad de los creyentes, esa unidad que nos pide no
es de naturaleza organizacional sino espiritual, la cual debe manifestarse de
manera visible en la vida de la Iglesia, para dar testimonio de la divina
misión de Cristo, si entendemos entonces lo que significa su poderoso nombre,
rindamonos en obediencia, sumisión y reverencia ante el nombre de Jesús,
Filipenses 2:10. Oración.
«Amado Señor Jesús, toda gloria y honra son para ti, toda alabanza y exaltación a tu poderoso nombre, porque eres el Hijo del Altísimo, eres el Rey soberano y tu reino no tendrá fin. Gracias porque viniste a rescatar mi vida del pecado y de la condenación eterna y en tu nombre, Jesús, recibí perdón de pecados, salvación y una vida nueva, quiero declarar tu nombre con respeto y autoridad y decirle al mundo que no hay otro nombre debajo del cielo en que podamos ser salvos, amén.
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