La fe que
maravilla a Jesús
“Y el siervo
de un centurión, a quien éste quería mucho, estaba enfermo y a punto de morir.
Cuando el centurión oyó hablar de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos,
rogándole que viniese y sanase a su siervo. Y ellos vinieron a Jesús y le
rogaron con solicitud, diciéndole: Es digno de que le concedas esto; porque ama
a nuestra nación, y nos edificó una sinagoga. Y Jesús fue con ellos. Pero
cuando ya no estaban lejos de la casa, el centurión envió a él unos amigos,
diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi
techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero di la palabra, y
mi siervo será sano. Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y
tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y
viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. Al oír esto, Jesús se maravilló de
él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel
he hallado tanta fe”. Lucas 7:2-9
En este
pasaje se cuenta la milagrosa curación a distancia del siervo de un centurión,
en la ciudad de Capernaúm. Se resalta especialmente la gran fe de este gentil y
la autoridad de Jesús sobre la enfermedad, aunque no estaba presente, mostrando
su Omnipresencia.
Para tener
una fe que maraville a Jesús, debemos acercarnos a Él con humildad, con
respeto, reconociendo su autoridad y su poder. La fe del centurión fue tan
profunda que solo bastaba que Jesús dijera la Palabra para que su siervo
recibiera sanidad. Cuan poderoso es confesar la Palabra de Dios, creyéndola
para ver el obrar sobrenatural de Dios.
Su fe se
destacó porque siendo un gentil demostró una fe más grande que la de muchos
judíos que conocían a Jesús. La fe es la confianza en la Palabra de Dios, no
importa quienes seamos. Este centurión se consideró indigno de que el Señor
entrara a su casa, mostró un profundo respeto por la ley y la cultura judía.
Fue una fe que actúa, no era una fe pasiva, puesto que envió a unos ancianos
judíos a buscar a Jesús y hacerle la petición de sanidad. Entendió que el poder
y la autoridad de Jesús, del cual había oído, eran tan grandes que no
necesitaba que Él estuviera físicamente para sanar. Precisamente su fe se basó
en la autoridad que Jesús tenía sobre todas las cosas, por eso al dar una
orden, se cumpliría lo que dijera; comparándose con él, cuando daba órdenes a
sus soldados bajo su autoridad para que obedecieran.
Jesús se
maravilló de su fe y destacó que no había visto una fe así en Israel. Por eso
ante una fe de esa magnitud, Jesús la proclamó públicamente. Y su siervo fue
sanado instantáneamente.
¿Qué podemos
aprender de esto? el Señor anhela que tengamos una fe genuina, sin importar
quienes somos y de dónde venimos, una fe humilde que se traduzca en acción y
una fe que confíe en la autoridad del Nombre de Jesús, sobre todas las
circunstancias, que obra sanidad, milagros y prodigios. Una fe así influye en
la vida de las personas que nos rodean llevando a otros a creer en Jesús. Oración.
«Señor Jesús, quiero acercarme a ti, con una fe verdadera, reconociendo tu soberanía y tu poder sobre todas las cosas, que pueda decir como el centurión: “no es necesario que entres en mi casa porque una sola Palabra tuya bastará para que obres en mi vida y en la vida de los que me rodean”. Señor enséñame a reconocer la autoridad de tu Nombre que es sobre todo nombre y ver obrar milagros señales y prodigios cada vez que lo confieso, amén.
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