Un corazón nuevo y un espíritu nuevo
“Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de
vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón
de carne. Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis
estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra. Ezequiel 36:26-27
Hemos sido creados a la imagen y semejanza de Dios y para su
gloria como lo manifiesta Isaías 43:7 “todos los llamados de mi nombre; para
gloria mía los he creado, los formé y los hice”. Sin embargo, por causa del
pecado hemos distorsionado ese diseño original, y nuestro corazón se ha
endurecido. Cuando le permitimos a Dios entrar en nuestras vidas lo primero que
Él quiere hacer es sanar nuestro corazón, porque la restauración comienza de
adentro hacia afuera.
Por eso el Señor nos hace esta hermosa promesa “Os daré un
corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de vosotros”, Y, además asevera
que pondrá dentro de nosotros “su Espíritu”, para que nos ayude en nuestro
andar espiritual.
En este pasaje el corazón de carne es contrastado con el
corazón de piedra, implicando que la naturaleza fría como la piedra y dura del
corazón de nosotros sería reemplazada por una espiritualidad cálida y viva. Ese
corazón nuevo se refiere a nuestra mente y voluntad que deben ser
transformadas. Un corazón duro no es apto para recibir la buena semilla de la
Palabra de Dios para que dé fruto; pero, un corazón de carne es impresionable y
dócil, apto para que la Palabra de Dios haga su obra en él. Esto nos habla de
la “gracia soberana” de Dios, porque el ser humano no puede tener un corazón
nuevo a menos que el Señor se lo dé.
El Señor quiere una renovación completa de nosotros, para
ello prometió que su Espíritu vendría a morar en nosotros, promesa que se
cumplió en el momento de nuestra conversión; y que es la única forma de ser
transformados porque nos da su poder para hacer su voluntad. Debemos entender
entonces que, por impura, dura y fracturada que esté nuestra vida, Dios nos
ofrece un nuevo comienzo.
Por medio de la sangre de Cristo puede borrar nuestros pecados,
sanar nuestro pasado, quitar nuestras cargas y darnos una nueva oportunidad
para que volvamos en intimidad con Él y encontrar la paz que necesitamos, como
dice Job 22:21 “Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te
vendrá bien”.
Él quiere darnos una nueva vida en abundancia, por la sangre
de Cristo que expía y por la obra santificadora del Espíritu Santo, que es
aplicada a nosotros por nuestra fe en Jesús, limpiando nuestra conciencia de
malas obras y de toda contaminación del pecado.
Todos los que creemos tenemos parte en el nuevo pacto,
tenemos un nuevo corazón y un espíritu nuevo para andar en la nueva vida que
Jesús nos ofrece. Dios nos dará un corazón de carne, blando y tierno, que
cumpla su santa voluntad. La gracia renovadora obra un cambio tan grande que
puede cambiar un corazón endurecido por un corazón de carne. Dios pondrá dentro
su Espíritu como Maestro, Guía y Santificador. Él nos equipa con su gracia para
cumplir el propósito por el cual nos escogió y llamó. Oración.
«Padre Dios, gracias por tu hermosa promesa de renovación de
mi corazón y mi espíritu. Anhelo un espíritu recto donde solo puedas habitar,
ayúdame a comprender que soy heredero de la gracia y la abundancia de los
cielos. Entender que el pecado me despoja, me arruina y no me deja vivir una
vida plena. Quiero caminar en el Espíritu y dejar que su obra santificadora
cubra mi ser, límpiame y restáurame. En el nombre de Jesús, amén.