Ir más allá
“No nos gloriamos desmedidamente en trabajos ajenos, sino que
esperamos que conforme crezca vuestra fe seremos muy engrandecidos entre
vosotros, conforme a nuestra regla; y que anunciaremos el evangelio en los
lugares más allá de vosotros, sin entrar en la obra de otro para gloriarnos en
lo que ya estaba preparado”. 2 Corintios 10:15-16
El llamamiento continuo del Señor es que llevemos el
evangelio a otros lugares. El apóstol Pablo nos dice aquí: “y que anunciaremos
el evangelio en los lugares más allá de vosotros”. Esto revela que el plan de
salvación de Dios no reserva el mensaje para el beneficio exclusivo de una
comunidad cristiana, sino que su deseo es que se extienda hasta lo último de la
tierra, como lo dijo el Señor en Hechos 1:8 “pero recibiréis poder, cuando haya
venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en
toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”.
El mandato dado a la iglesia de ir más allá, implica el
cumplimiento de la Gran Comisión, pues las órdenes de Cristo son claras: “id y
haced discípulos a todas las naciones”, Mateo 28:19; “predicad el evangelio a
toda criatura”. El objetivo del Señor es que no quede ningún rincón de esta
tierra donde no se predique en su nombre el arrepentimiento y el perdón de
pecados, (Lucas 24:47).
Esta comisión no se la dio a los ángeles sino a sus hijos
redimidos por su sangre preciosa, a nosotros que un día aceptamos su obra
redentora en la cruz y le recibimos como nuestro Señor y Salvador, por eso dice
“Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así
también yo os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el
Espíritu Santo”, (Juan 20:21-22).
Somos enviados al mundo, nos eligió para ser sus testigos,
hemos sido equipados con su Santo Espíritu y cuando obedecemos este
mandamiento, la promesa de ir a todas las naciones se irá cumpliendo día a día.
Reflexionemos sobre lo que dice Pablo en Romanos 10:13-15a
“porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues,
invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien
no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si
no fueren enviados?”.
Ese privilegio corresponde a los creyentes, cada uno de
nosotros somos su iglesia, somos llamados a predicar de modo que la gente pueda
oír y creer. Tenemos un púlpito personal en el hogar, la comunidad donde
vivimos, la oficina, el colegio, la universidad, etc., desde dónde mostrar y
contar lo que Jesús ha hecho en nosotros. Que esto sea uno de nuestros desafíos
para este nuevo año. Oración.
«Amado Jesús, así como Pablo decía “soy deudor”, estoy en
deuda contigo por todo lo que hiciste por mí al morir en la cruz, me diste
salvación y vida eterna, me elegiste para seguirte y no quiero defraudar ese
llamado: “Como me envió el Padre, así también yo os envío”, es mi obligación
predicar las buenas noticias de salvación en un mundo sediento de amor y de
perdón. Amén.
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