¿Dónde está Dios?
“Llegaron a la aldea adonde iban, y él hizo como que iba más
lejos. Más ellos le obligaron a quedarse, diciendo: Quédate con nosotros,
porque se hace tarde, y el día ya ha declinado. Entró, pues, a quedarse con
ellos. Y aconteció que, estando sentado con ellos a la mesa, tomó el pan y lo
bendijo, lo partió, y les dio. Entonces les fueron abiertos los ojos, y le
reconocieron; más él se desapareció de su vista. Y se decían el uno al otro:
¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino, y
cuando nos abría las Escrituras?” Lucas 24:28-32
El domingo de resurrección iban dos seguidores del Señor
camino de Emaús, hablando de todo lo que había sucedido en Jerusalén, el Señor
Jesús había sido crucificado, había muerto y perdieron la esperanza, a pesar de
que habían escuchado decir que no hallaron su cuerpo y que estaba vivo.
Mientras hablaban Jesús se les acercó y se puso a caminar con ellos, pero no lo
reconocieron.
“Y nosotros que habíamos creído que Él era el que había de
redimir a Israel”, eran las palabras de estas personas cuyas esperanzas estaban
muertas y enterradas. Pero entonces vino Jesús, y habló con ellos, y se les
aclararon las tinieblas y el sentido de la vista. Lo invitaron a comer y en el
momento del partimiento del pan fueron abiertos sus ojos y fue revelada su
presencia.
Hoy ese Jesús vivo anhela que lo reconozcamos en medio de
nuestras dudas, que lo invitemos a nuestra vida, porque Él puede abrir nuestros
ojos a la verdad de la Escritura y a su propia resurrección. Él está dispuesto
a entrar y revelarse en los momentos cotidianos de nuestra vida.
Si alguna vez hemos atravesado temporadas en las que nuestra
fe y esperanza en Dios se desvanecen y sentimos que nuestra vida está en
oscuridad, como si el Señor no estuviera en nosotros. Es el momento de invitar
a Jesús a cenar con nosotros, a tener momentos de intimidad donde su Palabra
sea esa luz que nuestra alma necesita, trayendo renovación y restauración
espiritual, pues la fe es por el oír la palabra de Dios, (Romanos 10:17);
entonces nos daremos cuenta de que Dios siempre estuvo ahí.
Muchos hemos caminado algunas veces el camino de Emaús,
preguntándonos ¿dónde está Dios? cuando todo el tiempo Él ha caminado a nuestro
lado. Por eso si hoy nos encontramos luchando contra la duda, la falta de fe, y
la desesperanza por todo lo que acontece en nuestra vida, animémonos y
aferremonos a la promesa que Él nos hizo en Mateo 28:20 “enseñándoles que
guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros
todos los días, hasta el fin del mundo. Amén”
Jesús está caminando hoy a nuestro lado y nunca nos dejará,
no nos desamparará, su amor por nosotros es tan grande, que aun cuando no lo
veamos Él permanece con nosotros. ¿Cuándo fue la última vez que tuvimos una
conversación con Jesús y sentimos que nuestro corazón ardía al leer o escuchar
su Palabra? Oración.
«Señor Jesús, te invito a caminar conmigo, deseo que seas el
centro de mi hogar, de mi vida y mi corazón. Quiero tener una íntima y estrecha
relación contigo, sé que estás a mi lado siempre y es mi petición que mis ojos
sean abiertos como fueron abiertos los de tus discípulos para que tu presencia
fuera revelada en ellos, igualmente anhelo que sea revelada también en mi vida,
llenándome de esperanza inagotable. Te amo mi Jesús, amén.
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