jueves, 23 de julio de 2009

Hechos de los Apostoles Cp 15:36-41

La acalorada discusión entre Pablo y Bernabé en Antioquía con respecto a Juan-Marcos, disputa que llevará a la separación entre estos dos emisarios del Evangelio, merece ser evocada de manera particular. La palabra griega paroxysmos (¿excitación, desacuerdo?) manifiesta en Hch 15,39 la intensidad del debate que opuso a Pablo y Bernabé. Es sorprendente la abrupta separación entre estos dos personajes que sin embargo trabajaron estrechamente en el anuncio del Evangelio según los Hechos de los Apóstoles, como lo atestigua la frecuencia del binomio Pablo y Bernabé que Lucas evoca de diversas maneras: Bernabé y Saúl (Hechos 13,2.7), Pablo y Bernabé (Hechos 13,43.46.50; 14,3; 15,2.22.35-36), Bernabé y Pablo (Hch 14,12.14, 15,12.25). En el Nuevo Testamento, paroxymos es una palabra ambivalente, unas veces positiva, otras veces peyorativa. Si en Hebreos 10,24, puede significar aliento o excitación, en Hechos 15,39, reviste ante todo una significación negativa que podemos traducir como desacuerdo, discusión, etc. Sin embargo, en el contexto literario de Hechos 15-16, paroxysmos puede revestir una significación muy ambivalente: negativamente, paroxysmos traduce la discusión que condujo al distanciamiento entre Pablo y Bernabé (Hch 15,39); positivamente, paroxysmos sugiere el estímulo resultante de dicho desacuerdo. De hecho, la separación entre Pablo y Bernabé se habría convertido en un verdadero estímulo en la medida en que esta nueva situación le exige más responsabilidad de su parte, su propio compromiso personal. Por lo tanto, inmediatamente después del incidente, Pablo se lanza a un nuevo periplo misionero que le permitirá llevar la Buena Nueva a territorio europeo, especialmente a Macedonia (Hch 16,12ss.). Paroxysmos, disensión con Bernabé, viene a ser al mismo tiempo auténtico estímulo en el anuncio del Evangelio. En el primer caso, la persecución desencadenada por la muerte de Esteban obliga a los discípulos a huir de Jerusalén, lo cual lleva como consecuencia a la difusión del Evangelio fuera de la ciudad santa. Es en este contexto que Felipe anunciará la Buena Nueva en Samaria. En cuanto al conflicto que opone Pablo a Bernabé, cabe notar que éste conducirá a la separación entre dos discípulos y a la apertura de una brecha que le permitirá a Pablo alcanzar ciertas regiones que no había visitado durante el primer viaje misionero: Galacia, Tróada, Macedonia (Filipos, Tesalónica), Atenas, Corinto, Éfeso. De este modo, Pablo llegará incluso hasta Europa (Macedonia), en el curso de este periplo misionero. Por último, en protesta contra la decisión de la justicia judía solicitando su transferencia de Cesarea a Jerusalén (Hch 25,2-3), Pablo apela al emperador romano (Hch 25,10-11; 26,32). Sin embargo, es gracias al conflicto que lo opone a las autoridades judías que el apóstol tendrá la oportunidad de anunciar el Evangelio en Roma. En resumen, en el libro de los Hechos de los Apóstoles, los conflictos sirven de trampolín a la difusión del Evangelio. Así pues, el desacuerdo entre Pablo y Bernabé, lejos de ser el resultado de una relación conflictiva entre los dos heraldos del Evangelio, ha de entenderse en el sentido de un recurso literario empleado por Lucas en los Hechos que busca ilustrar la expansión del Evangelio a partir de un conflicto. El conjunto cumple con su propósito inicial evocado en Hechos 1,8: Seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. Incluso la persecución, las rivalidades, los conflictos, etc. están al servicio de este propósito misionero: hacer avanzar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Pablo y Bernabé, en adelante separados, divergen en cuanto a las decisiones tomadas: Pablo, confiado en la gracia de Dios, asume un nuevo itinerario apostólico, mientras que Bernabé se dirige a Chipre, su ciudad natal, de acuerdo con el esquema presentado a continuación a partir de los datos de Hch 15,39-41: Al apreciar de cerca el cuadro anterior, se puede observar de inmediato que Bernabé viaja en un contexto más familiar que misionero. Toma como compañero de viaje a su primo Juan-Marcos (Col 4,10) y elige como destino Chipre, su provincia de origen ( Hch 4,36). ¡Viaje de regreso a la patria! Prácticamente, este viaje marca el final de la misión de Bernabé en los Hechos de los Apóstoles. Regresará a su Chipre natal, y su nombre ya no figurará más en los Hechos. Estas observaciones nos llevan a darle su justa medida a la violenta discusión que sostuvieron Pablo y Bernabé. Teniendo en cuenta el contexto literario de los Hechos de los Apóstoles que presenta a menudo los conflictos como un factor de evolución de la obra misionera, este desacuerdo revelaría una estrategia literaria ejecutada por Lucas para permitirle a Pablo emanciparse en su misión de difusión de la Buena Nueva.

Objeciones por las que parece que la discordia no es pecado:

1. Discordar es alejarse de la voluntad de otro. Pero esto no parece pecado, ya que la voluntad del prójimo no es regla de nuestros actos, sino sólo la voluntad divina. Luego la discordia no es pecado. 2. Quien induce a otro a pecar, peca también él. Ahora bien, no parece que sea pecado sembrar discordias, a juzgar por el testimonio de Hechos 23,6-7: Conociendo Pablo que unos eran saduceos y otros fariseos,gritó dirigiéndose al sanedrín: Hermanos, yo soy fariseo e hijo de fariseos. Por la esperanza en la resurrección de los muertos, soy ahora juzgado. En cuanto dijo esto se produjo un alboroto entre los fariseos y saduceos. No es, pues, pecado la discordia. 3. El pecado, sobre todo el mortal, no se encuentra en los varones santos. Se encuentra, sin embargo, la discordia, como podemos ver en Hechos 15,39: Hubo discusión entre Pablo y Bernabé, de suerte que se apartaron. No es, pues, pecado la discordia, y mucho menos pecado mortal. Contra esto: está el hecho de que el Apóstol, en Gál 5,20, señala como obras de la carne las disensiones, esto es, las discordias, diciendo de ellas: Quienes hacen tales cosas, no entrarán en el reino de Dios. Ahora bien, nada que no sea el pecado mortal excluye del reino de Dios. En conclusión, la discordia es pecado mortal. Respondo: La discordia se opone a la concordia. Ahora bien, la concordia, tiene como causa la caridad, porque lo propio de la caridad es aunar los corazones de muchos, teniendo por principio, principalmente, el bien divino; y, en segundo lugar, el bien del prójimo. En consecuencia, la discordia es pecado por el hecho de oponerse a esa concordia. Sin embargo, es menester tener en cuenta que la discordia suprime la concordia de dos modos: esencial y accidentalmente. En los actos humanos es esencial lo intencional, y por eso, en la discordia con el hermano, es esencial disentir a sabiendas e intencionadamente del bien divino y del bien del prójimo, que deberían unirnos. Esto, por su género, es en realidad pecado mortal, porque es contrario a la caridad, aunque los primeros movimientos de esa discordia sean pecado venial por su carácter imperfecto. Pero en los actos humanos es también accidental lo que no es intencional. De ahí que, cuando hay disparidad de opiniones sobre algún bien que afecta al honor de Dios o al prójimo, y unos piensan de una manera y otros sostienen la contraria, la discordia en este caso afecta accidentalmente al bien divino o al del prójimo. La discordia entonces no es pecado ni contraria a la caridad, salvo el caso de que incida erróneamente sobre lo necesario para la salvación o haya obstinación culpable. En efecto, la concordia efecto de la caridad es unión de voluntades, no de opiniones. De todo esto queda claro que la discordia se da a veces con pecado de uno solo, como, por ejemplo, cuando uno quiere el bien al que el otro a sabiendas se opone. Otras veces, en cambio, se da con pecado de las dos partes, cuando recíprocamente se opone la una al bien de la otra, y cada cual busca su propio bien. A las objeciones: 1. La voluntad de un hombre, considerada en sí misma, no es regla de la volutad de otro. Pero en cuanto esa voluntad está de acuerdo con la divina, se transforma, por lo mismo, en regla regulada por la primera regla. Por consiguiente, discordar de esa voluntad es pecado, ya que con ello se pone en desacuerdo con la regla divina. 2. La voluntad del hombre unida a Dios es justa, y ponerse en desacuerdo con ella es pecado; de igual modo, la voluntad del hombre contraria a Dios es regla perversa, y ponerse en desacuerdo con ella es bueno. Por consiguiente, promover una discordia que rompe la concordia introducida por la caridad es pecado grave. Por eso se lee en Prov 6,16: Seis cosas hay que aborrece el Señor, y aun siete detesta el alma. Esa séptima la señala diciendo (v.19): El que siembra discordia entre los hermanos. Pero provocar discordia que elimine la mala concordia, es decir, la que se apoya en mala voluntad, es laudable. En ese sentido fue laudable la disensión introducida por San Pablo entre quienes estaban concordes en el mal, ya que también el Señor dice de sí en Mt 10,34: No he venido a traer paz, sino la espada. 3. La discordia que hubo entre Pablo y Bernabé fue accidental, no esencial, pues los dos intentaban el bien. Pero a uno le parecía buena una cosa y al otro otra, y eso era fruto de la flaqueza humana. En verdad, la controversia en ese caso no afectaba a cosas necesarias para la salvación, aunque el incidente mismo fuera permitido por providencia divina para mayor provecho.

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