lunes, 21 de febrero de 2022

Poder en la debilidad

 

Poder en la debilidad


“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. 2 corintios 12:9-10

“Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho”. Santiago 5:16

El ministerio del apóstol Pablo no fue para nada fácil, en general, compartir el evangelio de Cristo no lo es. El Señor Jesucristo siempre fue claro al decirle a sus discípulos, en Mateo 5:11 dice: “Bienaventurados sois cuando por mi causa os vituperen y os persigan, y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo”.

Y no sólo eso, sino también entender que somos humanos, que somos vulnerables, que tenemos debilidades que no debemos esconder, sino exponerlas delante de Dios y reconocer que sin Él no podemos superarlas. Pablo sabía que necesitaba gracia suficiente y poder en la debilidad. A veces podemos tapar nuestra debilidad por miedo, por orgullo, porque no quiero que los demás lo sepan, o por vivir de una apariencia de fortaleza, o por mostrarme más piadoso o santo delante de los demás.

Recordemos en Génesis 3:10 que dice: “Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí”. Adán y Eva tuvieron sentimientos de miedo después de pecar, cuando se sintieron fuera de la presencia de Dios, se escondieron. Dios los confronta, pero al mismo tiempo cubre su desnudez, ese es el corazón amoroso de Dios que quiere que cuando nos sintamos débiles acudamos a Él.

Todo ese miedo nos puede llevar al aislamiento y comenzamos a luchar solos, a creer que podemos salir por nosotros mismos, pero la verdad es que necesitamos al Espíritu Santo que es nuestro Ayudador y también muchas veces necesitamos aliados espirituales, como nuestros hermanos en la fe, que nos ayuden a interceder para vencer cualquiera que sea nuestra debilidad.

Pablo tenía un aguijón en su carne, que lo mortificaba y lo humillaba; y rogó a Dios tres veces para que lo quitara y la única respuesta que recibió fue: “bástate mi gracia”. Muchas veces es así para que reconozcamos la grandeza de Dios que nos rodea en nuestro estado de vulnerabilidad y nos hace depender más de Él.

Debemos acudir a Dios, o quizás a personas que lo representan como: nuestro pastor, líder, hermano en la fe, o nuestra propia familia y confesar nuestra debilidad. Ponernos vulnerables hace que se manifieste el poder de la gracia de Dios. La vulnerabilidad no sólo me conecta más con Él, sino con los demás. El rey David nos da ejemplo de esto en los salmos, siempre mostraba cuán frágil era y cuánto necesitaba del Señor. Confesar nuestras debilidades, pecado y flaquezas trae sanidad, como lo dice Santiago en el versículo de hoy.

La gracia de Dios es nuestra esperanza para ponernos en pie, porque es Dios quien nos cubre y es la única roca sobre la cual podemos pararnos sin temor a resbalarnos. El Señor nos dice a todos: “mi poder se perfecciona en la debilidad”.

Anímate a expresar aquello que te hace tan frágil, ante Dios y si es preciso, ante aquellos que pueden ayudarte en oración.   Oración.

«Señor hazme comprender cuán vulnerable soy y cuanto necesito de tu presencia y de la intercesión de otros, que mi vulnerabilidad no solo me conecte más contigo sino con los que me rodean. Quizás poder decir como Pablo: “por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”. En el nombre de Jesús. Amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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