miércoles, 15 de julio de 2020

¡Bástate mi gracia!


¡Bástate mi gracia!
“Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes en cuenta este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió.” Hechos 7:59-60
“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” 2 Corintios 12:9
Esteban era apedreado luego de predicar a Cristo, pero, ¿qué le permitió resistir ese momento tan difícil?, ¿seríamos capaces nosotros, a pesar de ese sufrimiento, tener la misma actitud de Esteban?
Lo que le permitió resistir ese momento, fue la gracia de Dios. Este discípulo se identificó tanto con Cristo, que menciona lo mismo que Cristo en el momento de la crucifixión: “Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23: 34a). Miremos lo que hizo Esteban, momentos antes de ser apedreado, “Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesús que estaba a la diestra de Dios” (Hechos 7:55).
Así mismo nosotros, en medio de la dificultad debemos fijar la mirada en Jesús, el iniciador y consumador de la fe (hebreos 12:2), esto no quiere decir que no nos duela cuando nos desprecian, nos ofenden o nos insultan, pero no colocamos nuestra atención en el dolor, sino en el que es nuestra paz y nuestra sanidad, en aquel que hace soportable cualquier dolor. No se trata entonces, de limitar el dolor o esconderlo, sino de resistir y mantener la calma a pesar de, que sin la gracia de Dios es imposible.
Miremos como Pablo, había clamado al Señor, porque lo sanara de una enfermedad que le causaba mucha incomodidad, pero ¿acaso Dios no podía o no quería sanarlo? Por supuesto que podía sanarle, pero tenía Dios un propósito más elevado, mostrarnos a través de la vida de Pablo, que las aflicciones temporales de la vida no son comparables con la gloria venidera, que en nosotros ha de manifestarse (Romanos 8:18).
Acaso cuando Dios ofrece gracia, ¿ofrece algo insuficiente? Claro que no, es suficiente, es rebosante, es una medida abundante, porque la gracia en sí misma es abundante “asimismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros.” (2 Corintios 9:14).
En estos tiempos de incertidumbre, de escasez, de aparente temor, tenemos algo que es a la vez suficiente y abundante, la gracia de Dios. Cuando Dios dice “bástate mi gracia” está asumiendo el control de todo, de tu enfermedad, de tu escasez, de tu dolor y lo va a usar para su gloria, y para que seamos perfeccionados en el amor de Cristo, para que su poder se manifieste de manera extraordinaria, sobrenatural y de manera abundante en tu vida. Por tanto, preparémonos para recibir de Dios, conforme a las riquezas en gloria en Cristo Jesus, ¿nos parece entonces insuficiente? Claro que no, es mucho más de lo que nosotros podemos pedir o esperar.  Oración.
«Señor, hay momentos en que siento que no puedo, pero recuerdo que tú me diste de tu favor inmerecido y colocaste en mi tu Espíritu, para tener fuerza y gozo aún en los momentos más difíciles, por tanto, en ti pondré mi mirada y que mis aflicciones sean para tu gloria, mi Dios. Amén.    Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.

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