miércoles, 3 de junio de 2020

¿Quién soy yo?


¿Quién soy yo?
“Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel. Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?” Éxodo 3:10-11
¿Quién soy yo? Años antes de haber hecho esta pregunta, Moisés estuvo dispuesto a liberar al pueblo de Israel de su esclavitud, en ese tiempo era arrogante y presuntuoso, había asesinado a un egipcio defendiendo a uno de sus hermanos hebreos que estaba siendo maltratado. Pensó entonces que por ser el hijo adoptivo de la hija del faraón lo comprenderían y que podía liberarlos por sus propios medios, ¡qué equivocado estaba! Su acción lo obligó a huir de Egipto y refugiarse en Madián, un lejano lugar en el desierto.
Dios lo sometió a una preparación especial y adecuada cuidando los rebaños de su suegro, con el propósito de adiestrarlo para la gran tarea de pastorear a Israel. Allí Moisés comprendió lo débil que era para afrontar ese gran reto y es cuando le dice a Dios: “¿Quién soy yo?, en otras palabras “por qué te fijas en mí, no puedo hacer lo que me estas pidiendo”, pero cuando llegó a este punto fue cuando Dios se dispuso a usarlo.
Esta es precisamente la manera en que Dios nos prepara para poder usarnos para su gloria, cuando hay una dependencia absoluta de Él, cuando no sea nada de nosotros y todo de Él. Algunos personajes de la Biblia nos sirven de ejemplo: David, tuvo que ser perseguido y acosado por el rey Saúl, sentirse indefenso escondiéndose en cuevas buscando la protección y el cuidado divinos, entonces Dios pudo convertirlo en un gran rey. Elías el profeta que se creyó valiente y enfrentó con osadía al rey Acab y su esposa Jezabel, desafiándolos contra su idolatría, llegó a correr por su vida y se sintió desamparado, bebió de un arroyo casi seco, fue alimentado por cuervos, pasó por un desierto donde Dios lo fortaleció para terminar su misión
A veces no entendemos los tratos de Dios, pero estos son necesarios para que sepamos que es Dios en nosotros el que actúa y hace los ajustes necesarios para que le sirvamos, aunque implique rendir nuestro ego y menguar para que la gracia de Dios sea la que se manifieste en nosotros. Como lo expresó Pablo en 2 Corintios 12:10 “Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”, una paradoja que tenemos que entender.  Oración.
«Amado Dios, gracias por hacerme entender que cuando soy débil, entonces soy fuerte, una paradoja que me lleva a depender absolutamente de ti, a comprender que eres suficiente en mi vida y sorprendentemente poderoso para hacer grandes cosas a través de mí. Quiero ser instrumento en tus manos para la gloria y honra tuya. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.

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