La obediencia trae bendición
“Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate
siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán
se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando
en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el
lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que
todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se
volvió, y se fue enojado. Mas sus criados se le acercaron y le hablaron
diciendo: Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías?
¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, y serás limpio? Él entonces descendió, y se
zambulló siete veces en el Jordán, conforme a la palabra del varón de Dios; y
su carne se volvió como la carne de un niño, y quedó limpio”. 2 Reyes 5:10-14
Aquí vemos la transformación en el carácter de un hombre
leproso, pero orgulloso de corazón. Pensó que el profeta iba a hacerle un
escenario para sanarlo, pero se encontró con uno que ni siquiera salió a
recibirlo, sino que le envió un mensajero diciéndole que fuera al río Jordán y
se lavara siete veces. Su orgullo salió a flote, pues se sentía una persona
importante para que lo tratasen con tanta indiferencia, pensaba que merecía un
trato especial, quizás un toque sobrenatural por parte del profeta.
Con Dios las cosas funcionan diferente a lo que pensamos,
porque sus métodos siempre apuntan a tratar nuestro carácter y transformar
nuestro corazón y son diferentes para cada uno, por eso las reacciones también
son diferentes. A veces pasa que nos enojamos con Dios porque no obra conforme
queremos. Ya la respuesta de Dios estaba declarada sobre Naamán a través del
profeta, simplemente tenía que obedecer. Para ello necesitaba primero quitar la
prepotencia, esa corona de altivez y ser humilde. Debemos entender que cuando
Dios ya ha dado la orden y ha desatado el milagro sobre nuestra vida, debemos
quitar cosas que estorban la bendición que Dios quiere darnos.
Este general activó el poder de Dios cuando decidió
humillarse y dejarse transformar. Tenía que zambullirse siete veces para
arrojar esa vieja naturaleza pecaminosa. Recordemos que el Señor dice que al
altivo lo mira de lejos (Salmos 138:6). Si buscaba una cercanía con el Dios de
Israel debía quitar el orgullo de su corazón. Hubo una transformación y
restauración no solo física sino espiritual.
Cuando de nuestro corazón salga todo lo que no agrada a Dios
y obedecemos, nos dará la respuesta que necesitamos. Dios va a restaurarnos
cuando saquemos todos los impedimentos que estorban su bendición. Ya la Palabra
fue dada sobre nosotros, promesas de sanidad, de provisión, de paz, de perdón,
de restauración; Él ya tiene lo que necesitamos, simplemente obedezcamos para
activar su poder en nuestras vidas, su anhelo es que seamos bendecidos.
El resultado de la obediencia es el poder de Dios trayendo
milagros, sanidades y prodigios sobre nosotros. Oración.
«Señor perdóname si mi carácter y desobediencia, han
estorbado la bendición que quieres darme, quizás he esperado que obres a mi
manera, te pido perdón por eso. Transforma mi corazón, quita mi orgullo y mi
enojo, no quiero alejarme de tu gracia y dejar de creer, de orar o de buscarte.
Tengo el Jordán de la sangre del Cordero que me limpia de toda contaminación y
me restaura. Hoy como Naamán quiero entrar en el río de tu presencia y
experimentar tu poder, amén.
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