martes, 14 de junio de 2022

¡Consolados!

 

¡Consolados!


“Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. Y le dijeron: Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro)” Juan 20:11-16

¿Cuántas veces hemos estado sumergidos en llanto ante una situación difícil? Al igual que María ante arduas situaciones nos sumergimos en la tristeza y tomamos malas actitudes en las que nos apartamos y no queremos que nadie nos hable, pues si alguien lo hace, no estamos interesados en escucharle ya que no queremos dar explicaciones de nuestros sentimientos, no deseamos palabras de consuelo, ni de aliento, pues consideramos que esto no hará que cese el dolor.

Entonces concluiremos que al único que necesitamos es a Jesús porque solo con Él nos podemos desahogar, pero ¿qué pasa cuando estamos frente a Él? Sucede que nuestro dolor, llanto y emoción nos tienen tan sumergidos que impiden que podamos escuchar y reconocer Su voz, aquella voz que siempre está presta a preguntarnos ¿por qué lloras?

Seamos sinceros ¿cuántas veces hemos ido delante de su presencia y creído erróneamente que Él no está ahí? Pues terminamos expresando, como María: ¡dime dónde está mi Señor para que yo vaya! Cuando su palabra nos manifiesta que Él siempre ha estado, que nunca nos ha dejado, ni abandonado, que cuando le hemos buscado Él no es de los que se esconde, ni de los que nos rechazan; sino que ha sido el que ha oído nuestro clamor cuando le invocamos, cuando vamos y le buscamos en oración, y lo hallamos; porque como dice su palabra, le buscamos de todo corazón (Jeremías 29:12-13).

Hermanos, si hoy estamos pasando momentos difíciles, el Señor quiere recordarnos que, así como estuvo con Moisés, estará con nosotros, pues nunca nos dejará ni desamparará (Josué 1:5b); que aunque en el mundo tengamos aflicciones debemos confiar, tener paz en Él, porque Jesús ya ha vencido al mundo (Juan 16:33); que Él no nos ha dejado solos, ni huérfanos, pues nos ha dado al Consolador, el Espíritu Santo de Dios quien es el que nos consuela en todas nuestras tribulaciones y nos recuerda todas las cosas que ya Jesús nos ha enseñado (Juan 14:16-18, 26).   Oración.

«Padre, ¡gracias por consolarme en momentos de angustia! Por traer ánimo a mi vida por medio de tu palabra ¿qué sería de mí en esos momentos de dolor si tu voz no la escuchara? Hoy te doy gracias porque ella es mi consuelo en mi aflicción y quien me ha vivificado. En el nombre de Jesús, amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.

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