jueves, 14 de abril de 2022

El cuerpo y la sangre de Cristo

 

El cuerpo y la sangre de Cristo


“Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.” Lucas 22:19-20

La celebración de la cena del Señor es el acto a través del cual recordamos el propósito de la muerte de nuestro Señor Jesucristo. En esta, cuando Jesús parte el pan, dice que ese es su cuerpo que por nosotros es dado, y efectivamente sabemos por la Escritura que nos lo revela, que el Señor Jesucristo llevó en su cuerpo nuestros pecados sobre la cruz (1 Pedro 2:24).

Del mismo modo, cuando Jesús reparte el vino dice que esa es su sangre, sangre de un nuevo pacto que por nosotros es derramada para la remisión de los pecados (Mateo 26:28); lo que quiere decir que, a través del sacrificio de Jesucristo en la cruz donde derramó su sangre, se estableció un nuevo pacto entre Dios y cada creyente, el cual dice que Dios nunca más se volverá a acordar de nuestros pecados y transgresiones, puesto que ya hubo un sacrificio que pagó por el perdón de todos estos (Hebreos 10:17-18).

Es decir que, cuando nosotros participamos del pan y el vino estamos recordando y anunciando la muerte de nuestro Señor Jesucristo, que fue el sacrificio por el cual se perdonaron nuestros pecados, pero además de esto, al participar de este acto y aceptando que ya hemos sido limpiados de todo pecado, también debemos, como dice la Escritura en 1 Pedro 2:24, vivir para la justicia, es decir, vivir una vida donde no practiquemos el pecado.

Así que, participar de la cena del Señor debe ser para nosotros un momento de mucha reflexión, donde discernamos que ese pan y ese vino que estamos consumiendo representan el cuerpo de Cristo que fue sacrificado y su sangre que fue derramada para que nuestros pecados fueran perdonados. Este momento de reflexión, nos debe llevar, en la práctica, a no volver a estar esclavos del pecado, pues el precio pagado por esa libertad fue realmente alto.   Oración.

«Padre Celestial, entiendo que mis pecados los has perdonado solo gracias al sacrificio perfecto en la cruz de tu Unigénito Hijo. Te doy gracias por la oportunidad de participar en la celebración de la cena del Señor, sé que me quieres recordar el alto precio pagado para la remisión de mis pecados; así que, tomaré ese pan y ese vino discerniendo el cuerpo sacrificado y la sangre derramada de mi Señor Jesucristo, amén.   Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

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