jueves, 20 de agosto de 2020

Perfecta obediencia

 

Perfecta obediencia

“Entonces vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna? Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno sino uno: Dios. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos. Le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No adulterarás. No hurtarás. No dirás falso testimonio. Honra a tu padre y a tu madre; y, amarás a tu prójimo como a ti mismo. El joven le dijo: Todo esto lo he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta? Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme. Oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.” Mateo 19:16-22

La perfecta obediencia a la ley concedería vida, “El hombre que haga estas cosas, vivirá por ellas.” (Romanos 10:5b), sin embargo, ningún hombre puede cumplir la ley en su totalidad o en sus demandas de integridad moral, debido a la naturaleza de pecado que heredamos de Adán (Romanos 3:10-12).

Jesús no vino a abolir la ley, sino a cumplirla (Mateo 5:17), y aprovecha la ley, como en el caso de este Joven, para escudriñar nuestra conciencia, a fin de revelar el pecado que mora en nosotros y la imposibilidad de ser justificados por medio de hacer las obras que demanda la ley (Romanos 3:19-20).

Por esto el Señor Jesús le menciona los mandamientos que tienen que ver con nuestro trato hacia los demás (Éxodo 20:12-16), y también le recuerda el segundo gran mandamiento del amor (Mateo 22:39), el joven responde que los ha practicado desde su juventud, sin embargo cuando el Señor Jesús le pide que se despoje de todo y lo siga, se revela realmente la condición de este Joven: el apego idólatra a sus posesiones (Mateo 6:24), así que realmente no amaba más a Dios que a sus riquezas. Si no amaba a Dios, ¿cómo podía amar a los demás?, se denota su infracción al décimo y al mayor mandamiento (Éxodo 20:17, Mateo 22:37).

Pero gracias a Dios por Cristo, que con su muerte pagó nuestra deuda, derivada de nuestro imcumplimiento a las justas demandas de la ley (Colosenses 2:14), y nos ha dado de su favor inmerecido, para que seamos declarados justos delante de Dios y podamos tener una obediencia perfecta por su gracia; porque el Señor inició una obra que va perfeccionando en nosotros (Filipenses 1:6), hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, a la condición de un hombre maduro, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo (Efesios 4:13).  Oración.

«Padre, gracias porque iniciaste una obra en mí, que irás perfeccionando por medio de tu Palabra, para que llegue a la medida de la plenitud de la estatura de Cristo, para gloria de tu nombre. Amén.  Difundiendo el mensaje de Jesucristo.

¡Hasta lo último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.

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