jueves, 15 de febrero de 2018

¿Por qué tanta insistencia con el gozo?


¿Por qué tanta insistencia con el gozo?
El gozo cristiano es el deleite producido por el Espíritu que experimentan todos los que han sido redimidos. Es el estado de satisfacción que proviene de poseer a Dios como nuestro más elevado tesoro.

El llamado al gozo es abrumador en las Sagradas Escrituras. El pueblo de Dios es constantemente y de diversas maneras exhortado a regocijarse. En realidad, el gozo cristiano, lejos de ser una opción, es un deber para todo creyente: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo! Regocijaos!” decía el apóstol (Filipenses 4:3).

En el Antiguo Testamento los profetas y los salmistas hablaron y exhortaron al pueblo a la alegría y es llamativo notar que casi todos los autores de las epístolas hablaron del gozo cristiano. Pablo, Pedro, Juan y Santiago escribieron del tema de distintas maneras.

Incluso nuestro Señor lo enfatizó durante su ministerio terrenal: En la persecución, “Regocijaos y alegraos” (Mateo 5:12); Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros”. (Juan 15:11); nadie os quitará vuestro gozo. (Juan 16:22); regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos. (Lucas 10:20) y “entra en el gozo de tu señor.” (Mateo 25:23). Más aún, Lucas nos dice en su evangelio que el mismo Jesús se regocijó (Lucas 10:21).

Una cosa es cierta: el gozo ocupa un lugar central para Dios y para su pueblo. Por eso es un llamado recurrente en la Biblia.

Pero ¿por qué? ¿Por qué tanta insistencia con el gozo? ¿Qué hace que el gozo sea tan importante? Creo que por lo menos podemos proponer tres razones del por qué las Escrituras hablan del gozo cristiano con tanta insistencia.



Porque el gozo es la experiencia que mejor se corresponde a la realidad de nuestra salvación y de nuestra comunión con Dios.
El deleite y la alegría son las emociones más congruentes con la realidad de haber sido salvados. El rey David testificaba de su liberación diciendo “has cambiado mi lamento en baile” (Salmos 30:11), el profeta Isaías describía la redención como “un manto de alegría en lugar del espíritu angustiado” (Isaías 61:3). El mismo ángel que anunció a los pastores el nacimiento del Salvador dijo: os traigo buenas nuevas de gran gozo (Lucas 2:10).

Asimismo, el gozo es la realidad que produce la comunión con Dios. Osea, la presencia de Dios es fuente de alegría y deleite. No podemos decir que tenemos comunión con Dios y vivir en una permanente amargura o en una inconsolable tristeza. La monotonía y el aburrimiento no son realidades que describen la toda suficiente presencia de Dios. Por eso el salmista decía “en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu diestra, deleites para siempre” (Salmos 16:11). Nuestra comunión con Dios en el cielo es descrita por Jesús como entrar al “gozo de tu Señor” (Mateo 25), porque él es y será nuestra única y verdadera satisfacción.

En síntesis, el gozo cristiano es la emoción que describe mejor y le hace justicia a la realidad de haber sido salvados por Cristo y de conocerle.

Porque un cristiano gozoso es la mejor “propaganda” al mensaje del evangelio.
Cuando un creyente está satisfecho en Dios, le está testificando al mundo de Su suficiencia para nosotros. El gozo de un cristiano es un poderoso testimonio a la satisfacción y la plenitud que sólo Cristo puede producir.  Martin Lloyd Jones decía “los cristianos infelices son, para decir lo menos, una pobre recomendación de la fe cristiana” (Depresión espiritual, prefacio MLLJ).

Cuando estamos frente al mundo, y tenemos contentamiento a pesar de la escasez, estamos demostrando que Cristo es nuestro mayor tesoro y que poseerlo es la razón de nuestro gozo. Al regocijarnos en la aflicción estamos presentando una evidencia contundente del valor de Cristo. El genuino gozo cristiano, hace más creíble al mensaje del evangelio. O por lo menos, no le pone tropiezos.

La falta de gozo, que muchas veces se expresa en una falta de entusiasmo, en quejas, insatisfacción, en una frecuente tristeza y una constante amargura, pueden ser de tropiezo para el mensaje del evangelio que precisamente ofrece el gozo de la salvación. ¡Que Dios nos guarde de semejante contradicción!

Porque la falta de gozo puede llevarnos más fácilmente a la decadencia espiritual.
Es decir, la falta de gozo es el trayecto más corto para el pecado. Cuando no nos deleitamos en Cristo, entramos en el peligroso terreno de la búsqueda de un gozo mundano. El escritor de Hebreos hablaba de “gozar de los placeres temporales del pecado” (Hebreos 11:25). El pecado ofrece un gozo, pero es un gozo temporal, engañoso y al final destructivo.

El corazón que no está satisfecho en Dios buscará esa satisfacción en el pecado. Ese es el gran peligro de un cristianismo sin gozo, sin deleite ni satisfacción. La monotonía y la falta de deleite en el caminar cristiano pueden convertirse en la antesala de un pecado y en el comienzo de una vida que no glorifica a Dios.

Es por esta razón, que no debemos tomar la falta de gozo como algo ligero. Debemos ser cuidadosos y sagaces en velar por nuestros corazones.

La constante frustración aun por las cosas más pequeñas, la murmuración, las frecuentes quejas, la falta de contentamiento, son claros indicadores de la falta de gozo cristiano. Cuando se pierde el entusiasmo por congregarse, por leer las escrituras, por el compañerismo con los hermanos y cuando la comunión con Dios ni el servicio ya no nos motivan, entonces debemos alarmarnos. Esos son los peligrosos síntomas de la ausencia de gozo. No podemos tomar esas cosas con ligereza. Debemos despertar.

Cuidemos el corazón. Cuidemos el gozo. Tenemos en Cristo la provisión completa para las más profundas necesidades de nuestro ser. En él tenemos perdón de pecados, la nueva vida, comunión con Dios, el poder para una vida digna y la esperanza de la vida eterna. Tenemos todo lo que necesitamos para estar gozosos.

Tenemos a Cristo. ¡Ánimo!

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