martes, 19 de enero de 2010

Romanos 3:24

La gracia del Rey

Siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús.

Romanos 3:24

Todo creyente recibe la gracia de Dios como resultado de responder a las buenas nuevas. Y las buenas nuevas son que la salvación es por gracia.

El apóstol Pablo dij "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe" (Ef. 2:8-9). La gracia de Dios que trae salvación ha aparecido para todas las personas. Se ofrece totalmente independiente de cualquier cosa que pudiéramos haber hecho para recibir el favor de Dios. Es el favor inmerecido de Dios, que en su misericordia y su clemencia nos da la salvación como un regalo. Lo único que tenemos que hacer es sencillamente responder creyendo en su Hijo.

Entramos en el reino de Dios solo por la gracia de Dios. No hay lugar para la propia alabanza ni la proeza humana. Recuerde darle gracias a Dios por concederle una salvación tan misericordiosa. Eliminando el Virus del Pecado

Un poco de levadura leuda toda la masa.
Gálatas 5:9
Casi todas las semanas oímos de un nuevo virus de los computadores que se extiende por el mund borrando archivos, dañando discos duros, y agriando las actitudes. Los virus de software actúan como sus primos biológicos: se extienden de un computador al siguiente. La manera más segura de impedir que infecten otros computadores es borrarlos tan pronto como se los descubre.

Oprimir el botón de borrar en un computador es una manera sencilla y eficaz de mantenerse libre de virus. Pero el lenguaje del Nuevo Testamento indica que mantenerse libre del pecado requiere más esfuerzo. Pablo describe el pecado casi como un virus. Lo llama levadura, la bacteria que hace que la masa de pan crezca. Una vez que la levadura penetra en la masa . . . pues bien, sacarla requiere esfuerzo.

Es mucho mejor nunca permitir que el pecado entre en nuestras vidas, para empezar. Pero si entra, ¿qué hacemos entonces? Primero, debemos arrepentirnos; es decir, decidimos marchar en sentido diferente. Luego, confesamos; es decir, concordamos con Dios en cuanto lo que hemos hecho, y recibimos su perdón. Finalmente, nos ponemos la armadura de Dios: fe, justicia y la Palabra de Dios. No permita que el virus del pecado se multiplique en su vida.

Es mucho mejor que nosotros mismo lidiemos con nuestro pecado, que dejar que Dios lo haga por nosotros.

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