jueves, 5 de abril de 2018

LA COSECHA SE AVECINA


LA COSECHA SE AVECINA. Urbanización rápida
Dios está moviendo a la gente hacia las ciudades del mundo a fin de que podamos alcanzarla con mayor rapidez. Por todo el globo, los pueblos se estancan y mueren, ya que los primeros en padecer hambre son sus habitantes. Las perspectivas que ofrecen las grandes urbes de obtener suficiente comida, de recibir educación, de beneficiarse de los servicios sanitarios y de poder conseguir trabajo, atraen a los jóvenes y a los ambiciosos. El éxodo hacia las ciudades es un fenómeno que se ha acelerado en la década de los 80. La mayor migración urbana de la historia tendrá lugar durante este decenio y el siguiente. Se calcula que de esta fecha a 1990 mil millones de personas del Tercer Mundo emigraron a las ciudades. Piense en estos ejemplos: La ciudad de México está creciendo a un ritmo de 80.000 habitantes por mes -el 20% de la población del país reside en la metrópoli-; más del 34% de los argentinos viven en Buenos Aires; y por encima del 50% de los habitantes de Uruguay están residiendo en Montevideo. Además de eso, aproximadamente la mitad de los bebés del mundo nacen ahora en las grandes urbes. Las ciudades de un millón de habitantes y más se denominan actualmente de "clase mundial". En el momento de imprimirse este libro existen alrededor de 273 ciudades de esas. La urbe de "clase mundial", promedio duplica su población cada catorce años, y algunas lo hacen cada diez. Debido a la gran concentración de gente en grupos más pequeños, podemos alcanzar a muchas más personas en una ciudad que en un pueblo, y en un tiempo menor. Pablo centró sus esfuerzos de evangelizar en las grandes urbes, y luego las iglesias de esas ciudades se encargaron de alcanzar los pueblos. ¿No debiéramos también  nosotros adoptar esta técnica probada en nuestra propia tarea de evangelización? Las ciudades están listas para una siega espiritual, pero el mejor momento de realizar dicha siega es ahora. ¿Por qué? Porque es durante los primeros diez años después de llegar a una ciudad nueva cuando la gente está más abierta que en ningún otro momento. Mientras se encuentran en el pueblo, bajo la mirada escrutadora de la familia, de los miembros de la casta, de los amigos y de los líderes religiosos del lugar, resulta difícil para aquellos que escuchan el evangelio dar el paso solo. Al llegar a la ciudad, en cambio, tienen comparativamente pocas raíces, y a menudo se sienten inquietos y desilusionados al no encontrar el nuevo hogar típico que anhelaban. Entonces, liberados de la vigilancia de los parientes y de los jefes religiosos, esos individuos son sensibles al mensaje del evangelio y están maduros para aceptarlo. Es, pues, de vital importancia que los alcancemos ahora. Dentro de quince o veinte años la principal ola de migración urbana habrá concluído, y la gente tendrá raíces otra vez. Ahora es el momento de trabajar y de orar mucho más que en épocas anteriores de la historia. La única manera adecuada de multiplicar nuestros esfuerzos con la rapidez suficiente para realizar la siega que Dios desea es orando.
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