lunes, 5 de marzo de 2018

La adversidad significa avance


 La adversidad significa avance   
Lea: Filipenses 1:12-15       


         
         
Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han contribuido más bien al progreso del evangelio. (Filipenses 1:12)                  


Pablo está en la cárcel en Roma, escribiéndoles a sus amigos que están al otro lado del mar en la lejanía en Filipos. Manifiesta una reacción que inevitablemente causa que el mundo se ponga en guardia y preste atención. Comprendió que la adversidad significa avance. La manifestación de este tipo de actitud es una prueba de la madurez cristiana. El cristiano que ha conocido bien al Dios de lo imposible al que sirve, sabe que, aunque haya una apariencia de derrota, Dios todavía es capaz de obrar. Tal cristiano ha comenzado a crecer en el Señor. Reconoce que en Dios los obstáculos son realmente oportunidades, y no hay nada que pueda realmente impedir el evangelio. Esa es una declaración asombrosa cuando lo piensas. Nada que tiene la intención de derrotar jamás trae derrota, que Dios obra a Su manera a pesar de los obstáculos, y todos los obstáculos sirven al final para extender la fe cristiana.


Esa es la gloriosa señal del cristianismo que lo ha hecho una fuerza invencible a través de todos los siglos. Aquí está Pablo, bajo arresto, encadenado día y noche a un soldado romano, incapaz de dejar la casa o la ciudad de Roma. Imagínate lo que esto debió de representar al espíritu inquieto y sobrecargado de este hombre. Dios lo había mandado bajo Su comisión que había de llevarle hasta los finales de la tierra.

Debería de haber sido fácil para Pablo estar desalentado. No cabe duda de que fue tentado muchas veces a tener pena de sí mismo y a preguntarse por qué Dios permitiría que este tipo de cosa le ocurriera cuando todo lo que estaba intentando hacer era cumplir la voluntad de Dios. ¿Alguna vez te sientes así? Debió de ser fácil para él sentirse fastidiado bajo estas circunstancias al pasar mes tras mes en esta situación y no parecer haber cambio alguno. Pero al leer las cartas que vienen de él durante esos días, no hay ni una sola palabra de queja. En lugar de eso hay un maravilloso espíritu de victoria y una expresión de confianza. ¿Por qué? Cuando se sintió tentado, sin duda recurrió en lo que sabía sobre su Dios. En otras palabras, frente a la tentación a inquietarse y fastidiarse, creyó a Dios.

Anteriormente había escrito a estos mismos cristianos romanos con quienes se estaba reuniendo ahora: “Todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28b). ¡Él creyó esto! Aunque la hora inmediata no trajera alivio, creyó en Él, y en esa confianza podía ver que incluso aquellas cosas que parecían estar en contra de él estaban ayudando los propósitos de Dios.

Padre, te pido que reconozca que la confianza no viene por algún esfuerzo para convencerme a mí mismo ―algunos batallan por pensar de forma positiva― pero desde una tranquilidad que descansa sobre un hecho que no cambia: que Jesucristo vive Su vida en mí, y que Él es más que capaz de enfrentarse a cualquier situación. Sea que yo mire a Él y aprenda a regocijarme en Su victoria.




Aplicación a la vida

Los amigos de Pablo ansiosamente esperaban noticias de él, pero el enfoque de las cartas del apóstol no era en su encarcelamiento pero en el propósito invicto de Dios, que obra para cumplir Su voluntad en cada circunstancia. ¿Estamos aprendiendo a confiar en los caminos y medios de Dios para que otros sean animados por nuestra confianza en Él?
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