martes, 12 de septiembre de 2017

JACOB EN BETEL


JACOB EN BETEL

“Y edificó allí un altar, y llamó al lugar El-bet-el, porque allí le había aparecido Dios, cuando huía de su hermano”. Gén. 35:7.



Jacob edificó un altar a Dios, y esto implica trabajo y esfuerzo. El altar es símbolo de la adoración a Dios y la comunión con él. Debemos reconocer que la comunión con Dios demanda de nosotros perseverancia, expectativa y una continua pasión por el Señor, pues es algo que no se construye de la noche a la mañana (requiere tiempo), ni es el resultado de un accidente…



Años atrás Jacob había estado en éste mismo lugar y había tenido un encuentro con Dios y llamó a ese lugar: Bet-el, que significa casa de Dios, impresionado por el poder de Dios, pero ahora Jacob vuelve al mismo lugar y lo llama El-bet-el, que significa el Dios de la casa de Dios, ahora ya no está impresionado por Sus obras, ni por Su casa, sino por el Dios que hace las obras, el Dios que habita la casa, ahora conoce más a Dios, su amor, su fidelidad, su cuidado y protección. “Allí le había aparecido Dios, cuando huía de su hermano Esaú”, aquí recordaba Jacob muchas cosas:

1. Que había engañado para heredar la bendición, usurpando el lugar de su hermano,

2. Que su hermano lo perseguía para matarlo,

3. Que, en medio de la crisis, Dios le había aparecido y prometido Su bendición y protección,

4. Que Dios había cumplido Sus promesas guardándolo y prosperando su vida.



El vrs. 3 de éste mismo capítulo, nos amplía la información cuando Jacob dice: “haré altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia”, él huía bajo amenazas de muerte y llama a ese tiempo “el día de mi angustia”, el término angustia viene del hebreo tsará, que además significa: aflicción, aprieto, calamidad; pero Dios lo había protegido y librado del mal (éste es un altar para dar gracias a Dios por su protección y bendición. Que importante es recordar que vamos al altar no sólo a pedir a Dios, sino también a adorar y agradecer todos Sus favores).



Jacob reconoce la bondad y fidelidad del Señor cuando dice: “Dios ha estado conmigo en el camino que he andado”, pues ha recibido del Señor la protección y provisión a pesar de sus desaciertos. Reconoce que no ha estado sólo, que Dios lo ha prometido: “no te dejaré ni te desampararé”.                                         



Reflexión final: Edificar nuestra comunión con Dios nos demanda esfuerzo, y sostenerla implica perseverancia, acudamos al altar de la comunión con Dios para solicitar de él Sus favores, pero también vamos a adorar y agradecer Su compañía, protección y provisión a lo largo de nuestro camino por ésta tierra, pues somos “extranjeros y peregrinos” camino al cielo. 

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