domingo, 13 de diciembre de 2009

Exodus 9

Exodus 9 -

CAPÍTULO 9
Versículos 1-7. Mortandad en el ganado. 8-12. La plaga de forúnculos y úlceras. 13-21. Anuncio de la plaga del granizo. 22-35. La plaga del granizo.

Vv. 1-7.Dios quiere que Israel sea liberado; Faraón se opone, y está en juego de quién es la palabra que prevalecerá. La mano del Señor cae de inmediato sobre el ganado, mucho del cual, algunos de todas las clases, muere por un tipo infeccioso de enfermedad. Esto fue una gran pérdida para sus dueños; ellos habían empobrecido a Israel y, ahora, Dios los empobrecía a ellos. Debe verse la mano de Dios aun en la enfermedad y la muerte del ganado, porque no cae un gorrión a tierra sin la voluntad de nuestro Padre. Nada del ganado de los israelitas moriría; el Señor iba a marcar la diferencia. El ganado murió. Los egipcios adoraban a su ganado. Lo que nosotros idolatramos Dios considera justo quitárnoslo.
Este tirano orgulloso y cruel opresor merecía un trato ejemplar de parte del justo Juez del universo. Nadie que sea castigado conforme a lo que merece, puede quejarse con justicia. La dureza del corazón denota un estado mental en el cual no hacen impresión perdurable las amenazas ni las promesas, los juicios ni las misericordias. La conciencia está endurecida y el corazón lleno de orgullo y presunción, de modo que ellos persisten en la incredulidad y la desobediencia. Este estado mental también se llama el corazón de piedra. Muy diferente es el corazón de carne, el corazón contrito y humillado. Los pecadores no tienen que culpar a nadie, sólo a sí mismos, por el orgullo e impiedad que abusa de la generosidad y la paciencia de Dios. Porque sea como fuere que el Señor endurece los corazones de los hombres, siempre es como un castigo de pecados previos.

Vv. 8-12.Cuando los egipcios no fueron conmovidos por la muerte del ganado, Dios mandó una plaga que los atacó en sus propios cuerpos. Si los juicios menores no hacen la obra, Dios manda uno mayor. A veces, Dios muestra a los hombres su pecado mediante el castigo. Ellos habían oprimido a Israel en los hornos, y ahora las cenizas de los hornos se constituyen en terror para ellos. La plaga misma era muy molesta. Los mismos magos fueron atacados por los forúnculos. El poder de ellos fue refrenado antes; pero ellos siguieron oponiéndose a Moisés y confirmando al Faraón en su incredulidad, hasta que se vieron obligados a ceder. El Faraón insistió en su obstinación. Había endurecido su corazón y, ahora, Dios justamente le dio en conformidad a las lujurias de su corazón, permitiendo que Satanás lo cegara y endureciera. Si los hombres cierran sus ojos a la luz, es justo que Dios les cierre sus ojos. Este es el juicio más doloroso bajo el cual puede estar un hombre fuera del infierno.

Vv. 13-21.Aquí se ordena a Moisés que lleve a Faraón un mensaje espantoso. La Providencia lo ordenó: que Moisés tuviera que vérselas con un hombre de espíritu tan feroz y porfiado como este Faraón; y todo convierte en un señalado ejemplo del poder que Dios tiene para humillar y derrumbar al más orgulloso de sus enemigos. Cuando la justicia de Dios amenaza ruina, al mismo tiempo su misericordia muestra una salida. Dios no solamente hizo distinción entre los egipcios y los israelitas sino entre uno y otro egipcio. Si Faraón no se rendía y así impedía el juicio mismo, quienes habían acatado la advertencia, podían buscar refugio. Algunos creyeron, tuvieron temor y albergaron a sus siervos y ganado en sus casas y esa fue una decisión sabia. Hasta entre los siervos de Faraón hubo algunos que temblaron ante la palabra de Dios, ¿y los hijos de Israel no tendrán temor? Pero otros no creyeron y dejaron el ganado en el campo. La incredulidad obstinada es sorda a las mejores advertencias y a los consejos más sabios, lo que deja que la sangre de los que perecen caiga sobre sus cabezas.

Vv. 22-35.Este granizo hizo una terrible destrucción: mató hombres y ganado; el trigo brotado fue destruido y solamente el que aún no había brotado fue preservado. La tierra de Gosén fue pasada por alto. Dios hace que llueva o granice sobre una ciudad y no en otra, por misericordia o por juicio.
Faraón se humilló a Moisés. Ningún hombre podía haber hablado mejor: él reconoce haber errado; reconoce que Jehová es justo; y Dios debe ser justificado cuando habla, aunque lo haga por medio de truenos y rayos. Pero su corazón seguía endurecido. Moisés ruega a Dios: aunque tiene razón para pensar que Faraón se arrepentirá de haberse arrepentido, y así se lo anuncia, promete ser su amigo. Moisés salió de la ciudad, a pesar del granizo y los rayos que mantuvieron adentro a Faraón y sus sirvientes. La paz con Dios hace a los hombres a prueba de truenos. El Faraón estaba asustado por el tremendo juicio, pero cuando pasó, sus buenas promesas fueron olvidadas. Quienes no mejoran por los juicios y las misericordias, ordinariamente empeoran.

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