viernes, 11 de diciembre de 2009

Exodos 8

Exodos 8 -

CAPÍTULO 8
Versículos 1-15. La plaga de ranas. 16-19. La plaga de piojos. 20-32. La plaga de moscas.

Vv. 1-15.Faraón está plagado con ranas; la enorme cantidad de ellas las hizo plagas irritante para los egipcios. Dios podría haber infestado Egipto con leones, osos, lobos, o aves rapaces, pero Él eligió estas criaturas despreciables. Cuando le place, Dios puede atacarnos con las partes más pequeñas de su creación. De esta manera humilló a Faraón. No podían comer, beber ni dormir tranquilos; donde estuvieran, eran molestados por las ranas. La maldición de Dios sobre un hombre lo perseguirá donde quiera que vaya, y le pesará en todo lo que haga.
Faraón cedió bajo esta plaga. Él promete que dejará ir al pueblo. Quienes desafían a Dios y la oración, temprano o tarde, tendrán que entender que los necesitan. Pero cuando Faraón vio que había alivio, endureció su corazón. Mientras el corazón no sea renovado por la gracia de Dios, no durarán los pensamientos provocados por la aflicción; las convicciones se desgastan y se olvidan las promesas formuladas. Mientras el estado del aire no cambie, lo que se deshiela al sol volverá a congelarse en la sombra.

Vv. 16-19.Los piojos fueron hechos del polvo de la tierra; de cualquier parte de la creación, Dios puede sacar un azote para corregir a los que se rebelan en su contra. Hasta el polvo de la tierra le obedece. Los piojos fueron muy molestos e ignominiosos para los egipcios, cuyos sacerdotes se vieron obligados a trabajar mucho para que ninguno fuera jamás hallado en ellos. Todas las plagas infligidas a los egipcios se referían a sus crímenes nacionales o fueron agravadas particularmente por sus costumbres. Los magos trataron de imitarlas pero no pudieron. Los forzó a confesar: ¡Este es el dedo de Dios! Los controles y las restricciones que se nos imponen deben venir necesariamente de un poder divino. Tarde o temprano, Dios forzará aun a los enemigos a reconocer su poder. A pesar de esto, Faraón se ponía más obstinado.

Vv. 20-32.Faraón iba temprano a sus falsas devociones al río; y ¿nosotros dormiremos más y seguiremos adormecidos cuando debe hacerse un servicio al Señor? -Los egipcios y los hebreos iban a ser distinguidos en la plaga de las moscas. El Señor conoce a los que son suyos y, quizás en este mundo, pero seguro en el otro, hará evidente que los ha apartado para sí.
Faraón, sin quererlo, hizo un tratado con Moisés y Aarón. Se contenta con que ellos hagan sacrificios a su Dios, siempre que lo hagan en la tierra de Egipto. Pero sería una abominación ante Dios que ofrecieran sacrificios egipcios; y sería una abominación para los egipcios si ellos ofrecieran a Dios objetos de adoración de los egipcios, a saber, sus becerros o bueyes. Los que ofrecen un sacrificio aceptable a Dios, deben apartarse de los impíos y profanos. También deben apartarse del mundo. Israel no podía clebrar una fiesta de Jehová entre los hornos para cocer ladrillos o entre las ollas de carne de Egipto. Debían hacer los sacrificios como Dios manda, no de otro modo. Aunque eran esclavos de Faraón, no obstante, tenían que obedecer los mandamientos de Dios. Faraón consiente que vayan al desierto, con tal que no vayan muy lejos, para poder traerlos de vuelta. Así, pues, algunos pecadores, en un ataque de convicción, se apartan de sus pecados, aunque no se alejan mucho, para que cuando pase el miedo, poder volver nuevamente a ellos.
Moisés prometió eliminar la plaga. Pero que Faraón no vuelva a hacer tratos engañosos. No os engañéis, Dios no puede ser burlado: si pensamos engañar a Dios con un arrepentimiento fingido y una falsa rendición a Él, ponemos un engaño fatal sobre nuestra alma.
Faraón volvió a endurecerse. Las lujurias que gobiernan al hombre rompen los lazos más firmes y hacen que los hombres sean presumidos y no cumplan su palabra. Muchos parecen sinceros, pero hay una reserva, algún pecado secreto muy amado. No tienen la voluntad de considerarse como que corren el riesgo de la miseria eterna. Se refrenarán de otros pecados; hacen mucho, dan mucho y hasta se castigan mucho. Dejarán el pecado a veces y, es como si dejaran que su pecado se vaya un poco de tiempo, pero no se deciden a terminar del todo para seguir a Cristo llevando la cruz. En vez de eso, lo arriesgan todo. Sienten pesar, pero se alejan de Cristo decididos a conservar el mundo presente, y esperan, un futuro, cuando puedan obtener la salvación sin sacrificios tan costosos; pero, finalmente, el pobre pecador es arrastrado por su impiedad y se queda sin esperanzas, para lamentar su necedad.

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