sábado, 8 de marzo de 2025

Un verdadero profeta

 


Un verdadero profeta

«El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia...», 1 Corintios 14:4

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces”, Mateo 7:15

La palabra profeta se usa en relación con grandes profetas de la Biblia como Isaias, Jeremías, Daniel o Elias, pero también, se ha entendido de manera equivocada, que se refiera a personas que supuestamente dicen cosas que van a pasar en el futuro, como una especie de adivino. Muchos han sido manipulados o sugestionados por este tipo de mal llamados profetas. Según la Biblia un profeta no es un adivino, ni el que te dice cosas que van a pasar en el futuro sino alguien que tiene un mensaje de Dios, como inicia Hebreos 1:1 “Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,;”, pero que además debe comunicarlo fielmente como por ejemplo en Ezequiel 11:5: “Y vino sobre mí el Espíritu de Jehová, y me dijo: Di: Así ha dicho Jehová: Así habéis hablado, oh casa de Israel, y las cosas que suben a vuestro espíritu, yo las he entendido.”, el profeta comunica, incluso de diversas maneras el mensaje que Dios quiere llevar a su pueblo, pero en el contexto correcto y en el tiempo específico de manera precisa.

Sin embargo, los profetas dieron mensajes incómodos para el pueblo de Israel, denunciando el pecado y las injusticias que practicaba el pueblo, también su religiosidad, por eso la mayoría de ellos fueron amenazados, perseguidos o acusados injustamente, incluso llevados a la muerte; denuncia que el mismo Señor Jesucristo hizo en Mateo 23:37 y sus discípulos lo recalcaron (Hechos 7:52).

El profeta recordaba al pueblo su identidad, propósito, hacia dónde van y hacia dónde deberían ir. Dios cuando hablaba del futuro por medio de los profetas, le interesaba más el hecho presente. Es decir que el mensaje dado, transformara el corazón de los que escuchaban el mensaje y los llevara a la obediencia en el tiempo presente.

La razón es que Dios no quiere que la gente viva con temor o ansiedad del futuro sino que manteniéndose fieles a la dirección de Dios, cumplan su propósito.

Es decir, el fin de la profecía es alentar al pueblo para que se mantenga fiel a Dios, pero su énfasis principal no es el predecir hechos futuros para alentar la curiosidad.

En pocas palabras su tarea esencial no era predecir el futuro, sino más bien denunciar el pecado del pueblo cuando se apartaba de Dios y también ser “atalayas”, anunciando el inminente peligro del avance del mal ante la desobediencia a la Palabra de Dios. Por esto, el pueblo muchas veces no quería escuchar: “Mas la casa de Israel no te querrá oír, porque no me quiere oír a mí; porque toda la casa de Israel es dura de frente y obstinada de corazón” (Ezequiel 3:7).  Oración.

«Padre en tu palabra está la paz y la esperanza, Cristo mismo, anunciado por los profetas con siglos de anticipación para que no haya duda de tus planes de salvación y amor con la humanidad, y con cada uno de nosotros. Permítenos atender tu palabra y mantenernos fieles a ti en cualquier tiempo. En el nombre de Jesús, amén.

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