lunes, 8 de marzo de 2010

Exodos 32

Exodos 32 -

CAPÍTULO 32
Versículos 1-6. El pueblo hace que Aarón fabrique un becerro de oro. 7-14. El desagrado de Dios-La intercesión de Moisés. 15-20. Moisés rompe la tablas de la ley-Destruye el becerro de oro. 21-29. La disculpa de Aarón-Muerte de los idólatras. 30-35. Moisés ora por el pueblo.

Vv. 1-6.Mientras Moisés estaba en el monte recibiendo la ley de Dios, el pueblo enardecido se dirigió a Aarón. La multitud atolondrada estaba cansada de esperar el regreso de Moisés. El cansancio de la espera da lugar a muchas tentaciones. Hay que esperar al Señor hasta que llegue, y hay que esperarle aunque demore.
Que la prontitud de ellos para dar sus aros de oro para fabricar un ídolo, avergüence nuestra mezquindad en el servicio del Dios verdadero. No se detuvieron a considerar el costo de la idolatría ¿y nosotros nos quejamos por nuestro gasto en la religión? Aarón hizo la imagen de un buey o un becerro, y le dio cierta terminación con un buril. Y ellos ofrecieron sacrificios a este ídolo. Puesto que pusieron una imagen ante ellos y así cambiaron la verdad de Dios en mentira, sus sacrificios fueron abominación. Unos pocos días antes, en ese mismo lugar, ¿no habían oído ellos la voz de Jehová Dios diciéndoles de en medio del fuego: No te harás imagen? Ellos mismos, ¿no habían entrado solemnemente en un pacto con Dios, en el sentido de hacer todo lo que Él les había dicho y que obedecerían? Capítulo xxiv, 7. Sin embargo, antes de salir del lugar donde habían hecho solemnemente el pacto, rompieron un mandamiento expreso desafiando una amenaza expresa. Eso muestra claramente que la ley no era capaz de santificar, como no era capaz de justificar; por ella se conoce el pecado, pero no la cura del pecado.
Aarón fue apartado por nombramiento divino para el oficio del sacerdocio; pero él, que una vez se avergonzó al extremo de levantar un altar para el becerro de oro, ahora debe reconocerse indigno del honor de servir en el altar de Dios, y debe sentirse en deuda con la libre gracia por ello. De esta manera fueron silenciados el orgullo y la jactancia.

Vv. 7-14.Dios dice a Moisés que los israelitas se habían corrompido. El pecado es la corrupción del pecador, y es una corrupción de sí mismo; cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Ellos se habían descarriado. El pecado es salirse del camino del deber y tomar un atajo. Pronto olvidaron las obras de Dios. Él ve lo que ellos no pueden descubrir, y ninguna maldad del mundo le está oculta. Nosotros no soportaríamos ver la milésima parte de la maldad que Dios ve a diario. Dios expresa la grandeza de su justo desagrado, al estilo de los hombres, que no hubieran permitido que alguien intercediera por aquellos contra quienes hubieran resuelto ser severos. Nada sino la oración de Moisés podía salvarlos de la ruina; de esta manera, fue un tipo de Cristo, por cuya sola mediación, Dios reconciliaría el mundo consigo mismo.
Moisés pone como prenda la gloria de Dios. La glorificación del nombre de Dios, que debiera ser nuestra primera petición, como es en el Padre Nuestro, debiera ser nuestro ruego principal. Las promesas de Dios deben ser nuestro principal ruego en oración, puesto que quien lo prometió es poderoso para cumplir. Nótese el poder de la oración. En respuesta a las oraciones de Moisés, Dios mostró su propósito de perdonar al pueblo, de la manera que antes parecía decidido a destruirlo; el cambio en la expresión exterior de su propósito es llamado “arrepentirse del mal”.

Vv. 15-20.¡Qué cambio! Descender del monte de la comunión con Dios, para conversar con un mundo malo. Nada vemos en Dios que no sea puro y placentero; en el mundo, nada que no sea pecador y provocativo. Para que se viera que un ídolo es nada en el mundo, Moisés pulverizó el becerro. El acto de mezclar este polvo con el agua que bebían representa el hecho de que el corazón del apóstata debe llenarse con sus propios caminos.

Vv. 21-29.Nunca hubo hombre sabio que diera una excusa más frívola y necia que la de Aarón. No debemos ser llevados a pecar por algo que el hombre pueda decirnos o hacernos; pues los hombres sólo pueden tentarnos a pecar, pero no pueden obligarnos a hacerlo. La forma en que Moisés enfrentó el problema volvió la danza en temblor. La vergüenza de su pecado quedó expuesta a la luz. Para quitar el reproche, Moisés no ocultó el pecado, ni le impuso un color falso, mas lo castigó. Los levitas tuvieron que matar a los líderes de esta maldad, pero nadie fue ejecutado sino los que se enfrentaron abiertamente. Los que persisten en pecar están marcados para la ruina: Quienes por la mañana gritaban y danzaban, murieron antes de la noche. Los juicios del Señor producen cambios súbitos a veces, con los pecadores que se sienten seguros y alegres en su pecar.

Vv. 30-35.Moisés lo calificó de gran pecado. La obra de los ministros tiene que mostrar la enormidad de sus pecados a la gente. El gran mal del pecado se evidencia en el precio del perdón. Moisés ruega misericordia a Dios; él no fue a dar excusas sino a expiar. No tenemos que suponer que Moisés quiere decir que siempre estuviera dispuesto a morir en aras del pueblo. Tenemos que amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos pero no más que a nosotros mismos. Pero con el sentir que había en Cristo, Él estaba dispuesto a poner su vida de la manera más dolorosa, si de esa manera pudiera preservar al pueblo. Moisés no podía apaciguar totalmente la ira de Dios; lo cual muestra que la ley de Moisés no era capaz de reconciliar a los hombres con Dios, ni de perfeccionar nuestra paz con Él. Sólo en Cristo Dios perdona el pecado, para no recordarlo más.
Esta historia nos muestra que ningún corazón carnal, que no se haya humillado, puede soportar por mucho tiempo los preceptos santos, las verdades humillantes, y la adoración espiritual de Dios. Pero un dios, un sacerdote, un culto, una doctrina y un sacrificio, a la medida de la mente carnal, siempre encontrará abundancia de adoradores. Se puede pervertir el evangelio mismo a tal punto que se adapte al gusto mundano. Es bueno para nosotros que, el Profeta como Moisés, que es incomparablemente más poderoso y misericordioso, haya hecho expiación por nuestra alma y ahora interceda por nosotros. Regocijémonos en su gracia.

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