Restaura tu
relación con Dios
«Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad
. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado» Salmo 32:5
«Si
confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados,
y limpiarnos de toda maldad» 1 Juan 1:9
Es
maravilloso recibir libertad después de estar en prisión, y hemos sido
liberados de la ley del pecado y de la muerte, quienes hemos creído en la obra
de Jesús en la cruz. Si aún a pesar de esta gran verdad estamos atados al
pecado, apresurémonos hacia Jesucristo con arrepentimiento y en Él
encontraremos el perdón.
Colosenses
3:5-9 dice: «Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza,
pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; […] Pero
ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia,
palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros,
habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos». Esto de despojarnos o de
hacer morir en nosotros parece algo fácil, pero siempre terminamos haciendo lo
contrario y por consiguiente alejándonos de Dios. Cuando esto suceda, reconoce
tu debilidad, confiesa tu pecado y vuelve al Camino que es Jesucristo.
Reconocer y
confesar nuestros pecados restaura la comunión con Dios. Confesar el pecado
significa apresurarse a ir al Padre a través de Jesucristo y apartarse de todo
mal. No debemos negar, ni encubrir, ni ocultar el pecado, pues Dios lo ve todo.
Ahora, si
nos sentimos no merecedores del perdón y la gracia divina, recordemos la
parábola descrita en Lucas 15, el hijo pródigo, quien cambió el amparo de un
padre benigno para ir a caer bajo un patrón despiadado y cruel, donde no podía
ni siquiera comer la comida de los cerdos los cuales cuidaba. Este hijo,
«volviendo en sí», recapacita sobre su mal proceder y sabiendo que en casa de
su padre hay abundancia y bienestar, regresó sucio y maloliente a su hogar.
Esperaba recibir un trato como un criado más, pero su padre le recibió con sus
brazos abiertos, le expresó su amor, le puso ropas nuevas, un anillo en su
dedo, calzado a sus pies y el mejor banquete para celebrar su regreso.
Esto nos
muestra el gran amor de Dios, Él quiere restaurar la comunión cuando hemos
fallado y es necesario arrepentimiento y confesión, pues el perdón de los
pecados presentes, pasados y futuros fue un asunto consumado en el Gólgota hace
más de dos mil años; ahí, todos los pecados fueron perdonados. Oración.
«Amado Dios,
jamás quiero ocultar mi pecado, ni encubrirlo, porque delante de ti nada está
oculto. Tampoco quiero culpar a otros por mis faltas, pues soy responsable de
lo que hago; hoy reconozco mi maldad y confieso ante ti mi debilidad, ayúdame
Señor. Te agradezco Padre, porque tu Hijo Jesús cargó con todos mis pecados
para darme el perdón. Me apropio de esta bendición y que sea restaurada mi
relación contigo. Amén. Difundiendo el
mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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