El
privilegio de ser hijos de Dios
«Más a todos
los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser
hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad
de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios» Juan 1:12-13
Algunos se
sienten jactanciosos por ser hijos de algún afamado o de un hombre rico, sin
embargo, es de incomparable privilegio ser hijos de Dios y esto por su puro
amor y voluntad, pues nos ha adoptado como hijos suyos por medio de Jesucristo.
¿Qué tenemos que hacer entonces? Tan clara y sencilla es su palabra cuando
dice, que, para tener la potestad de ser hijo de Dios, hay dos requisitos:
recibir a Jesucristo en el corazón y creer en la obra que Jesús hizo en la
cruz.
Pablo
afirma, además: «Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios,
éstos son hijos de Dios», (Romanos 8.14), esto requiere hacer la voluntad de
Dios, pues los hijos de Dios no son guiados por emociones o impulsos mentales.
Es el Espíritu de Dios el que guía y dirige de manera objetiva e intencional.
Ilumina la mente de los hijos de Dios para que entiendan su Palabra y los
capacita para que la obedezcan. El apóstol Pedro dice: «como hijos obedientes,
no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;
sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda
vuestra manera de vivir» (1 Pedro 1:14-15).
Hoy
disfrutamos de los privilegios de ser hijos de Dios, gozamos de su amor, su
comprensión, Él suple nuestras necesidades, nos dirige, nos disciplina, nos
instruye a vivir como hijos del Gran rey, y nada, ni nadie puede privarnos de
disfrutar de estos privilegios que logramos al poner nuestra fe en Jesucristo.
Estas
bendiciones están aseguradas por la presencia del Espíritu Santo que es el
sello de nuestra herencia, así mismo están garantizadas las bendiciones del
cielo que están preparadas para nosotros.
Hermanos,
somos valiosos, somos hijos de Dios, somos miembros de la familia real,
príncipes y princesas que reinarán con Cristo sobre los nuevos cielos y nueva
tierra. Jesucristo prometió que «Al que venciere, le daré que se siente conmigo
en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono»
(Apocalipsis 3:21). Oración.
«Padre,
gracias por haberme mostrado cuánto me amas, al haberme adoptado como hijo, por
la fe en Cristo; ¡qué privilegiado soy!, ahora que el Creador del universo y su
plenitud, el Señor de todas las cosas, es mi Padre. Esto es tan grande y tan
maravilloso, que mi corazón se regocija en el Dios de mi salvación. Te amo
Padre, Amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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