No todo
acaba con la muerte física
«Y el polvo
vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio. Vanidad
de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad» Eclesiastés 12:7-8
Frente a la
muerte de un ser amado y creyente de Dios, la Biblia nos da consuelo y
fortaleza, pues si bien expira el cuerpo, el alma y el espíritu no dejan de
existir. Eclesiastés 12: 1a nos enmarca en este misterio, invitándonos a tener
en cuenta “al Creador en los días de la juventud”, pues muchos caminan por la
vida llenos de vanidad, pensando que cuando se apaga la vida, el cuerpo se
convierte en cenizas y el espíritu se esfuma como el viento. Recordemos que
Dios creó al hombre para la inmortalidad y lo hizo a su imagen y semejanza,
dándonos a conocer que las almas de los justos están en las manos de Dios y
ningún tormento las alcanzará.
Jesús mismo
nos enseña en la parábola del hombre rico y el mendigo Lázaro que “Un día murió
Lázaro y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham”, y nos dice que “él
está aquí consolado” y el rico en el Hades atormentado (Lucas 16:25).
Esto
armoniza perfectamente con Apocalipsis 20:4 que dice: «Y vi tronos, y se
sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de
los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los
que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca
en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años» Estos
mártires, que han muerto fieles a Cristo, están delante del altar, vivos. Por
eso, Jesús afirmó: “Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos” (Lucas
20: 38a).
No podemos
negar que la muerte física es dolorosa, desgarra el corazón, Jesús lloró ante
la muerte de su amigo Lázaro (Juan 11:35-36), a quien amaba entrañablemente,
pero ante este hecho Jesús se presenta como la resurrección y la vida, Él dijo:
«Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto,
vivirá; y todo el que esté vivo y crea en mí, jamás morirá. ¿Crees esto?» Juan
11:25-26
En medio de
la tristeza hay esperanza, pues podemos llorar libremente y extrañar a nuestros
seres amados, pero no sumirnos en el dolor.
Oración.
«Excelentísimo
Padre, en momentos de dolor y tristeza, donde no hay respuesta a muchas
preguntas, nos queda ampararnos en tus brazos de amor, solo allí encontramos
refugio a nuestro sufrimiento y consuelo a nuestro llanto. Señor, que tu
presencia llene el vacío que queda en el corazón dolido por la ausencia de un
ser amado. Te he orado Padre en nombre de tu Hijo Jesucristo. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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