Jesús, el
varón perfecto
«Vestíos,
pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad,
de humildad, de mansedumbre, de paciencia soportándoos unos a otros, y
perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que
Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas
vestíos de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en
vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y
sed agradecidos» Colosenses 3:12-15
«Hasta que
todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un
varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo» Efesios
4:13
La Biblia es
indiscutible y precisa al mostrar la persona del Señor Jesús. Sus hábitos, sus
acciones y sus palabras muestran su carácter; vemos la figura de Jesús aún
desde el Antiguo Testamento, el Salmo 1:1-2 dice: «Bienaventurado el varón que
no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de
escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en
su ley medita de día y de noche».
A veces
miramos a Jesús únicamente como lo describe Isaías, como un varón de dolores,
un hombre de apariencia triste y sufriente. Pero, en el mismo libro de Isaías
encontramos que Cristo no tuvo dolores y aflicciones propias, la biblia dice en
Isaías 53:4: «Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros
dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido».
Entonces vemos que fue nuestro dolor y no el suyo el que tuvo que llevar. Él fue
un varón bienaventurado, que significa feliz y dichoso, que no sigue el consejo
de los malvados, no se detiene en el camino de los pecadores y no se sienta con
los impíos para seguir el camino de ellos, sino para apartarlos del mal y
guiarlos por su camino.
Jesús pasó
tiempo en unidad con el Padre, sabía cuál era su voluntad y fue obediente hasta
la muerte y muerte de cruz. Fue un varón perfecto.
Ahora,
nosotros, para llegar a ser como Jesús debemos ataviarnos con las
características descritas en colosenses que leímos al comienzo: somos llamados
a vivir en santidad, amables, misericordiosos, bondadosos, humildes, llenos de
mansedumbre, de paciencia, apoyándonos y perdonándonos unos a otros. Y, sobre
todo, amándonos con su amor perfecto e incondicional, viviendo en armonía, y
finalmente, siendo agradecidos. Esto lo obtenemos cuando cada uno, con
seguridad, pueda decir: ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí y su Palabra
es mi delicia. Oración.
«Amado
Padre, Señor, en tu Palabra se deleita mi alma, y así como el siervo brama en
el desierto por las corrientes de las aguas, así clama por ti el alma mía, hoy
te ruego que hagas mi carácter como el tuyo Señor, lleno de entrañable amor, de
misericordia, de humildad, de mansedumbre, de pureza y obediencia, quiero
reflejar tu carácter y ser olor fragante para ti. Te amo Señor. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario