He aquí tu
rey vendrá a ti
«Cuando se
acercaban a Jerusalén, […], Jesús envió dos de sus discípulos, y les dijo: Id a
la aldea que está enfrente de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis
un pollino atado, en el cual ningún hombre ha montado; desatadlo y traedlo. Y
si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? Decid que el Señor lo necesita, y
que luego lo devolverá. Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta,
en el recodo del camino, y lo desataron. […]. Y trajeron el pollino a Jesús, y
echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él. También muchos tendían sus
mantos por el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían por
el camino. Y los que iban delante y los que venían detrás daban voces, diciendo:
¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de
nuestro padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas! Y entró Jesús en
Jerusalén, y en el templo». Marcos 11:1-11
En un día
como hoy, Jesús llega a Jerusalén seis días antes de la crucifixión, fue al
templo, enseñó, sanó y echó fuera a los cambistas y comerciantes que habían
hecho de la casa de su Padre, una cueva de ladrones. Además, Jesús hizo pública
su declaración de ser el Mesías y el Rey de Israel, tal como se había
profetizado en Zacarías 9:9 «Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo,
hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y
cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna».
Jesús iba en
un asno, como un rey victorioso y es aclamado por el pueblo como era la
costumbre, recibe la alabanza y la adoración de la gente. El colocar los mantos
fue un acto de homenaje al rey. Jesús estaba declarando abiertamente a la gente
que Él era su Rey y el Mesías que estaban esperando.
Lamentablemente,
la alabanza que el pueblo dio a Jesús no fue porque le reconocieron como su
Salvador, sino porque creían tener un libertador que se levantaría contra el
poder militar y político de los romanos. Pero cuando Jesús no cumplió sus
expectativas, ni lideró una rebelión contra los romanos, la muchedumbre se
volvió en su contra y sus ‘hosannas’ cambiarían a gritos ante Pilato de
«Crucifícalo».
La pregunta
es ¿cómo aplico este hecho a mi vida de creyente? Es hora de examinar si Jesús
ha hecho una entrada triunfal en mi corazón, si he tendido ante sus pies el
manto del orgullo y si he doblegado todo mi ser a sus pies.
Hermano,
Jesús vino a conquistar el mundo con amor, gracia, misericordia, y su propio
sacrificio en favor de su pueblo. Su reino no es de ejércitos y de esplendor,
sino de humildad y servicio. Él no conquista las naciones, sino los corazones y
las mentes. Por tanto, deja conquistar tu corazón para que reine Cristo en el
trono de tu vida. Oración.
«Señor
Jesucristo, gracias porque has entrado triunfante en mi corazón, has limpiado
mi vida de toda iniquidad y sigues obrando con todo tu poder hasta que regreses
como el Gran Rey a gobernar tu pueblo por siempre, por tanto, caminaré en
obediencia y santidad. Amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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