El amor es
de Dios
«A
mados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros» 1 Juan 4:7-12
Dios nos
creó para amarlo a Él y amar a los demás, pues todos anhelamos amar y ser
amados, desde el bebé que duerme plácido en los brazos de su madre hasta el
anciano solitario que espera con ansias la visita de sus hijos; todos tenemos
una necesidad innata de sabernos importantes, valiosos y amados.
La Biblia
nos habla mucho sobre el amor y leímos claramente que Dios es amor y en Él
encontramos el supremo ejemplo de amor incondicional. En 1ª Corintios 13:4-8a
vemos cómo debe ser y cómo no debe ser el amor: «El amor es sufrido, es
benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece;
no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se
goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree,
todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser».
Dios nos amó
primero y eso nos da la capacidad de amar a los demás con ese mismo amor, pues
Dios mostró todo su amor al enviar a Jesucristo a la tierra para morir por
nosotros; allí en la cruz del calvario hubo un derroche de amor que nos abrió
el camino al cielo, nos tomó Jesucristo en sus brazos y nos puso en el regazo
del Padre, sin mirar cuan manchados estábamos.
Ahora,
humanamente hablando, nos puede parecer imposible amar como Dios ama o
encontrar a alguien que nos ame de esa manera, pero el amor genuino no está basado
en los sentimientos sino en la decisión de amar de forma incondicional. Pero
¿Cómo lograrlo?, la respuesta es: recibiendo ese amor. Cuando experimentamos el
amor ilimitado de Dios, su perdón, su ternura y su cuidado, la llama de ese
amor comienza a encenderse en nuestro corazón y surge en nosotros la gracia de
amar a los demás de la misma forma, pues Dios es el único que nos da la
capacidad de amar con tanta bondad y entrañable misericordia.
Cuando
permitimos que el amor de Dios llene nuestro ser, reflejamos su carácter en
nuestras relaciones con los demás. No podemos dar lo que no tenemos. Por eso,
para poder dar amor verdadero necesitamos recibirlo primero. Hoy puede ser un
buen momento para abrir el corazón y recibir su gran amor, ese perfecto amor que
transformará nuestras vidas. Oración.
«Padre
Bueno, lleno de incomparable amor y de benignidad, rindo mi vida delante de ti,
me entrego en sacrificio vivo, anulando todo egoísmo, deseo del mundo y sus
placeres, pues quiero disfrutar, beber y saciarme en la fuente de tu amor, para
con ese mismo amor amar a los que me rodean y más aún amar a los que me
desprecian. Te ruego, inúndame y sedúceme Señor con tus cuerdas de amor eterno,
como solo Tú lo haces. Te amo con mi corazón, mi alma y todo mi ser. Amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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