Despertando
su reino en nosotros
“Sabiendo que
fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de
vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la
sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,
ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los
postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios,
quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y
esperanza sean en Dios. Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a
la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos
a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente
corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre” 1 Pedro 1:18-23
El Hijo de
Dios, quien se hizo hombre para rescatarnos de nuestra pasada manera de vivir,
esa vida que siempre nos llevaba a pecar debido a nuestra naturaleza
pecaminosa, y a quien para estas fechas recordamos por la Navidad, tuvo que dar
su vida, derramando hasta la última gota de su sangre en la cruz por amor de
nosotros, derribando la pared de separación que había entre el hombre y Dios
por causa del pecado, y que permitió gracias a la fe en Él, que nos acercáramos
de nuevo a Dios, quien le resucitó y dio gloria, para que nuestra fe y
esperanza sean puestas en Dios, y además nos dio su Santo Espíritu para que nos
ayudara a obedecerle, purificando así nuestras almas, despertando en nosotros
su reino, llevándonos a poner su amor en acción, para amarnos los unos a los
otros con un amor fraternal no fingido, un amor entrañable, el amor de Jesús,
que viene de un corazón puro, ese corazón nuevo que tenemos los creyentes en
Cristo, un corazón que viene de una simiente incorruptible.
Ahora que
están terminando estas festividades y se acerca la celebración de fin de año,
tomémonos un tiempo para reflexionar y evaluar nuestra manera de vivir, y
miremos si en realidad en nuestras vidas estamos llevando el fruto del amor,
examinémonos para ver si hemos amado con un amor fraternal no fingido, ese amor
que es sufrido, benigno; que no tiene envidia, no es jactancioso, no se
envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda
rencor; no se goza de la injusticia, más se goza de la verdad, que todo lo
sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta; y de manera consciente
pidamos al Espíritu Santo que despierte su reino para amarnos los unos a los
otros como el Señor nos enseñó. Oración.
«Espíritu
Santo de Dios, despierta tu reino de amor en mí, ayúdame a obedecerte en todo,
amando al prójimo como Jesús me ha amado, con un amor fraternal no fingido,
amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario