Del pesebre
a la cruz
“Y aquel
Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como
del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” Juan 1:14
“Haya, pues,
en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en
forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino
que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los
hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose
obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” Filipenses 2:5-8
La vida de
nuestro Salvador, desde el pesebre a la cruz, es una muestra total de amor,
siendo Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que
se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose carne, a semejanza
de los hombres, naciendo como un pequeño bebe, en un humilde pesebre; y habitó
entre nosotros dejando ver su gloria, gloria como del unigénito del Padre,
enseñándonos la compasión, el perdón, la bondad, la humildad, la gratitud, la
obediencia, entre muchas otras virtudes, pero sobre todo, nos mostró con su
propia manera de vivir, la forma correcta de amar, cada acto reflejaba su
esencia (1Juan 4:16), lo que predicaba lo practicaba, el Hijo de Dios vivió una
vida llena de gracia y de verdad.
Si su
nacimiento y su vida fueron gloriosos, su muerte fue un evento extraordinario,
pues demandó humildad, sumisión y obediencia a los designios del Padre. En la
cruz de Cristo, confluyen la Justicia y Santidad de Dios abrazadas por su Amor.
Si bien el Padre había podido decretar justicia, condenando para siempre al
hombre, decidió por amor, Él mismo pagar el precio de nuestro pecado, un precio
muy alto que demandó la vida de su propio Hijo, acto sublime y misericordioso
que permitió reconciliar al hombre pecador, con el único Dios Verdadero y
Santo. “Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre
que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla
de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda
lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
Filipenses 2:9-11. Que nuestro mayor anhelo, en retribución a todo lo
demostrado por nuestro Señor Jesús, sea corresponder y compartir este
incomparable e inmerecido amor. Oración.
«Señor
Jesús, gracias porque desde tu nacimiento hasta tu muerte siempre nos mostraste
tu incomparable amor, en respuesta, rindo mi vida a ti, ayúdame a conocer,
corresponder y compartir tu maravilloso e inagotable amor, en la llenura y
poder de tu Santo Espíritu, amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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