Una
habitación permanente
“Para que
habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y
cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos
cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el
amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda
la plenitud de Dios”. Efesios 3:17-19
“He aquí, yo
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,
y
Este es uno
de los misterios más grandes de la vida espiritual: que Cristo haga su morada
permanente en los corazones de los creyentes. Que tome posesión de nuestra vida
y se entronice en ella, solo es posible por la fe en Él. Por la fe en
Jesucristo somos salvos y recibimos al Espíritu Santo; por la fe debemos
pedirle a Cristo que tome autoridad sobre nuestra vida y al Santo Espíritu que
gobierne nuestro ser.
Cuando la
sede de nuestras emociones, mente y voluntad es ocupada por Cristo, el amor de
Dios es arraigado y fundamentado en nosotros para que crezcan raíces profundas
y una buena base espiritual, de tal manera que nuestra vida sea ese templo
santo para el Señor, como dice Efesios 2:20-21 “edificados sobre el fundamento
de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo
mismo, en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un
templo santo en el Señor; en quien vosotros también sois juntamente edificados
para morada de Dios en el Espíritu”.
Como las raíces
de una planta y la base de un edificio están normalmente escondidas de la vista
y dan firmeza a lo que soportan, el amor en los cristianos es el elemento
esencial para la estabilidad de su vida y del establecimiento de la iglesia. De
ese modo, no serán movidos porque no es un amor superficial, es un amor que
proviene del corazón propio de Dios y está transmitido al creyente por fe en
Jesús, quien es la expresión máxima de este amor divino.
Jesús hace
hogar en nuestro corazón; “morar”, en griego, es la palabra “katoikein” y se
usa para una residencia permanente, por lo cual, para nosotros es un gran gozo
entender que donde habita su Espíritu allí habita Él y de manera continua. El
fortalecimiento del ser interior viene cuando Cristo fija su residencia en
nosotros; el secreto de esa fortaleza es la presencia de Cristo en lo más
íntimo de nuestra vida.
Él no es tan
solo un visitante, su residencia es posible ya que nos hizo morada suya y nos
permitió participar de su naturaleza divina para fundirse orgánicamente a
nosotros como cabeza. Sabemos la realidad de la obra terminada de Dios, que a
través de su muerte y resurrección creó una habitación eterna, el templo de
Dios, donde su plan fue completado; ha establecido un nuevo hombre y nos hemos
convertido en el lugar de habitación eterno de Dios.
Cristo
quiere venir a morar en la vida de una persona, pero no contra su voluntad, Él
toca la puerta de nuestro corazón y llama, ¿estás dispuesto a dejarlo entrar? Oración.
«Amado
Señor, gracias porque a través de tu obra redentora, con tu muerte y
resurrección, me has hecho una nueva criatura; has empezado, por medio de tu
Espíritu, a obrar poderosamente en mi ser interior. Tu obra en la cruz fue
completa, no solo me perdonaste, sino que me redimiste con una vida nueva. Me
he convertido en el lugar de habitación eterno de tu Espíritu; por eso,
transforma e influencia mi alma para ser ese templo santo para ti. En Cristo
Jesús, amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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