Vive un
avivamiento personal
“Si se
humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren
mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los
cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” 2 Crónicas 7:14
Si anhelamos
un avivamiento personal, o de la iglesia en general, debemos vivir este
versículo de 2 Crónicas 7:14 en nuestras vidas. Se nos pide hacer cuatro cosas
para experimentar sus bendiciones: humillarnos, orar, buscar el rostro del
Señor y convertirnos; esta es la fórmula para pelear nuestras batallas diarias
y vivir en victoria.
Cuando
hacemos esto, la respuesta de Dios se hace evidente mediante tres promesas: oír
nuestras oraciones, perdonar nuestro pecado y sanar nuestra tierra.
Aquí Dios no
le está hablando a extraños, sino a sus hijos; aquellos que, para formar parte
del pueblo de Dios, se humillan delante de Él, reconociéndolo como su Señor y
Salvador, que abandonan su pecado, le oran y someten sus deseos a la autoridad
de su palabra y a su voluntad. Es un nuevo estilo de vida, que viene de dejar los
malos caminos en arrepentimiento genuino, convirtiéndonos de corazón y avivando
una relación personal y sincera con nuestro Padre celestial.
En 2
Crónicas 20:3-4 dice “Entonces él tuvo temor; y Josafat humilló su rostro para
consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a toda Judá. Y se reunieron los de
Judá para pedir socorro a Jehová; y también de todas las ciudades de Judá
vinieron a pedir ayuda a Jehová”; este es el ejemplo del rey Josafat, quien fue
asediado por sus enemigos y se humilló delante de Dios, reconociendo el poder
de Dios. Dice en 2 Crónicas 20:6 “y dijo: Jehová Dios de nuestros padres, ¿no
eres tú Dios en los cielos, y tienes dominio sobre todos los reinos de las
naciones? ¿No está en tu mano tal fuerza y poder, que no hay quien te resista?”
Este hombre
se esmeró en depositar toda su confianza en Jehová cuando dijo: “(…) no sabemos
qué hacer, y a ti volvemos nuestros ojos” (2 Crónicas 20:12b) ¡Qué hermoso
ejemplo para el espíritu, cuando el creyente se ve asaltado por el temor y la
confusión! El apóstol Pablo supo lo que esta verdad significaba para el que
confía en Dios, por eso dijo: «porque por fe andamos, no por vista» (2
Corintios 5:7).
Humillarse
ante Dios no es perder fuerza o prestigio, es entrega absoluta al que todo lo
puede, al que es más grande que cualquier enemigo, problema o situación que
tengamos. Frente a nuestras batallas personales, familiares, laborales y aún
espirituales, entendamos que el más poderoso está de nuestro lado; humillémonos
en su presencia y daremos paso a la victoria, porque le estamos dando el lugar
a Él para obrar. Oración.
«Dios, en
medio de las batallas de mi vida, me acerco a ti, con un corazón contrito y
humilde, reconociendo que he pecado, me arrepiento y deseo volver a tu
presencia; sé que todo lo puedes, que eres más poderoso que cualquier situación
que me agobia, me aferro a tu promesa de que, si me humillo y te busco de todo
corazón, tú me perdonarás, oirás mi clamor, responderás a mis necesidades y
avivarás mi espíritu, amén. Difundiendo
el mensaje de Jesucristo. ¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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