¿A quién te
pareces?
“Y aquel
Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como
del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. Juan 1:14
“Más el
fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,
mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Gálatas 5:22-23
Hoy en día
hay una generación que está pendiente de la apariencia más que de la esencia;
sus redes sociales están llenas de fotos buscando muchos likes y su aprobación
depende de lo que los demás digan de ellos. Su estima se mide con los
parámetros de este mundo, buscando modelos humanos aparentemente perfectos,
pero ninguno lo es. Dios quiere que le demos prioridad a la esencia, lo que hay
realmente dentro de nuestro corazón, ya que la apariencia debe venir como
resultado de la esencia.
Jesús es el
único que nos puede mostrar una vida perfecta, porque lo fue en todo el sentido
de la palabra y se nos insta a alcanzar su perfección, que nada tiene que ver
con lo físico, sino con lo espiritual, o sea, la esencia misma de Dios. Efesios
4:13 nos dice: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del
conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura
de la plenitud de Cristo”.
Si hemos de
imitar a alguien es a Dios mismo, como lo expresa Pablo en Efesios 5:1 “Sed,
pues, imitadores de Dios como hijos amados”. Para ello, tenemos que andar en
amor; Efesios 5:2 dice: “Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se
entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante”.
La esencia misma de Dios es amor; 1 Juan 4:8 dice: “El que no ama, no ha
conocido a Dios; porque Dios es amor”.
Nuestra
esencia es eterna, porque es lo que somos realmente en Cristo Jesús. ¿Cuantos
aparentan ser cristianos? Jesús lo dijo claramente: “Así que, por sus frutos
los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de
los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos”
(Mateo 7:20-21).
La palabra,
en 2 Timoteo 3:2-4, nos describe cómo es el carácter de los hombres de los
últimos tiempos: “Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros,
vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos,
impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles,
aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los
deleites más que de Dios”. Como vemos, son personas que aman más la apariencia
que la esencia.
La esencia
tiene que ver con la profundidad en Cristo, para conocerlo y formar su carácter
en nosotros y ser llenos de amor, humildad, gracia y verdad. Por eso es tan
importante conectarnos con la fuente espiritual correcta; dice 1 Corintios 6:17
“Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él”. Debemos dejar que el
Espíritu Santo haga su obra en nosotros, limpiándonos y santificándonos, para
que seamos transformados a la imagen de Cristo. Oración.
«Amado
Padre, anhelo tu presencia cada día, dame de tu esencia a través de tu Santo
Espíritu, para poder ser como tu Hijo Jesucristo; que su carácter sea formado
en mí y poder así estar lleno de fruto, de gracia y verdad para influenciar
este mundo caído. En el Nombre de Jesús, amén.
Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito.
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