Tres
principios para vivir el reino de Dios. Parte 2
“Y el que fue sembrado en pedregales, éste es
el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en
sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución
por causa de la palabra, luego tropieza. El que fue sembrado entre espinos,
éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las
riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa”. Mateo 13:20-22
“Más el que
fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da
fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno”. Mateo 13:23
Continuando
con el devocional del día de ayer, el segundo principio para vivir el reino de
Dios en la tierra es profundizar (Mateo 13:20-22). Es necesario conocer y
estudiar la palabra, ya que cuando no lo hacemos, nuestras raíces no son
profundas y nos apartamos fácilmente de los caminos de Dios. Los afanes y el engaño
de las riquezas que este mundo nos ofrece, ahogan la palabra y nos quedamos sin
fruto.
Al no
profundizar la raíz se seca. Así es con la palabra de Dios cuando es sembrada
en nuestro corazón y la aceptamos en un principio con alegría, pero cuando
aparecen problemas y aflicciones, siendo atacados o rechazados por causa del
evangelio, este gozo es de corta duración, tropezamos y no queremos seguir
adelante. En cambio, cuando entendemos su palabra y profundizamos en ella,
sabremos entonces lo que implica seguir a Cristo y estaremos dispuestos a
sufrir por el evangelio.
Lo que no
crea raíces profundas se vuelve superficial, hay que correr el velo de nuestros
ojos para ver la grandeza de Jesús. Esto solo lo podemos hacer cuando
intencionalmente decidimos estudiar las Escrituras para conocerlo más, como
dice Juan 5:39 “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en
ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí”.
El tercer
principio es la madurez. Cuando profundizamos en el conocimiento de Dios, esto
nos conducirá a la madurez espiritual. La madurez no viene por la edad, sino
por conocerlo a Él y por asumir responsabilidades dentro de la vida cristiana.
Una persona madura no se mueve por circunstancias, tiene prioridades claras y
la primera prioridad es Dios (Mateo 6:33). Las dificultades son los momentos
que Él nos presenta para que le conozcamos más; nuestra adoración no puede
estar condicionada por nuestros problemas, sino por la dignidad de Dios, Él
merece nuestra adoración.
Las crisis
nos fortalecen, como cuando un árbol pasa por una tormenta y sus raíces se
afirman. Necesitamos madurez para vivir en el reino de Dios; dice 1 Corintios
2:5 “para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino
en el poder de Dios”. Entre más conozcamos a Dios, más crecerá nuestra fe en Él
y resistiremos cualquier aflicción que venga a nuestra vida. Cuando maduramos
nos volvemos fructíferos, porque traemos los principios espirituales a la
práctica, siendo luz e influenciando este mundo, extendiendo el reino de Dios
en esta tierra. La semilla caerá en buena tierra dando fruto, cumpliendo así el
propósito de Dios. Oración
«Amado Dios,
anhelo un cambio de corazón, una genuina entrega a mi Salvador; que ame tu
palabra, la entienda, la profundice y me lleve a la madurez para ser ese
terreno fructífero. Quiero que mis ojos y oídos estén abiertos y sensibles al
mensaje del reino, para poder compartir a otros de la grandeza de Jesús, amén. Difundiendo el mensaje de Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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