Hagamos
brillar la luz de Cristo
“En aquellos
días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía” Jueces 17:6
“Otra vez
Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará
en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” Juan 8:12
A diario
vemos atrocidades en las noticias; el abuso de menores, la trata de personas,
la esclavitud moderna, la corrupción y la violencia, nos hacen ver que vivimos
en un mundo oscuro, pero tenemos esperanza, porque la luz de Cristo alumbra a
través de su iglesia.
En el libro
de jueces este versículo es el resumen de un periodo oscuro de la historia del
pueblo de Israel, que, llamado a vivir en una estrecha relación con Dios, se
fue tras ídolos y siguieron las costumbres paganas de los pueblos que los
rodeaban. En aquella época no había rey en Israel y se relatan los terribles
excesos de los malvados en una tierra sin ley y sin Dios; aquel fue un tiempo
de total oscuridad. Una sociedad puede caer en un caos absoluto cuando rechaza
a Dios y a sus leyes.
En el
lenguaje bíblico, la oscuridad se refiere a las fuerzas del mal que pueden
seducirnos y alejarnos de caminar en la dirección correcta hacia la luz de la
vida, que es Jesús, porque “en él estaba la vida, y la vida era la luz de los
hombres” (Juan 1:4).
Jesús
asegura que Él es la luz del mundo. Un mundo sin Dios es un mundo en tinieblas,
pero Jesús aseveró “el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la
luz de la vida”. Esto ha sido una realidad en cada uno de nosotros, porque
cuando nos volvimos a Jesús, salimos de la oscuridad, de una vida sin Dios, a
la luz de la vida con Él. Porque dice Pedro: “Mas vosotros sois linaje escogido,
real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis
las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1
Pedro 2:9).
Salimos de
las tinieblas del paganismo, de la ignorancia espiritual, del error, del
pecado, del dominio del príncipe de este mundo, a la luz espiritual de Dios que
es Jesucristo, “Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este
mundo” (Juan 1:9). Jesús nos llama de las tinieblas, el conflicto y la muerte,
a la luz de la vida y el amor, dándole propósito a nuestras vidas
La misión de
la Iglesia es proclamar las excelencias de Dios, es decir, testificar a las
personas acerca de las obras maravillosas de Dios. Con su misma vida, el
cristiano debe testificar de lo que Dios en Cristo ha hecho por él. Marquemos
la diferencia, porque podemos brillar en un mundo en oscuridad con el amor de
Cristo, viviendo vidas íntegras, con amabilidad y sencillez, como dice
Filipenses 2:15 “para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin
mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual
resplandecéis como luminares en el mundo”.
Nuestra
finalidad es cultivar la vida espiritual con el cumplimiento de la gran
comisión; tenemos que establecer un contraste entre la luz y las tinieblas, por
eso, debemos ser hijos de Dios sin mancha en medio de una generación mala y
perversa. La figura de la luz describe a una comunidad de creyentes
caracterizados por vivir en armonía, integridad de testimonio, que tienen como
objetivo agradar a Dios y cumplir con la misión para la cual nos aparta y
santifica. Oración.
«Señor,
gracias por sacarme de las tinieblas a la luz admirable y hacerme parte de una
comunidad de creyentes, llamados a traer la luz de la vida, el amor y el gozo a
este mundo en oscuridad; a resplandecer como luminares en medio de las
tinieblas, llevando esperanza a los que están lejos de ti. En el nombre de
Jesús, amén. Difundiendo el mensaje de
Jesucristo.
¡Hasta lo
último de la tierra! Usa tus redes sociales para ese propósito
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